Llegada a nuestro país, el ministro ibérico de Asuntos Exteriores y de Cooperación resalta los lazos históricos y “privilegiados” entre ambas naciones, unidas por la cultura, la solidaridad y el comercio
En víspera de su
Las excelentes relaciones que España tiene con México son un ejemplo de cómo es posible unir ambos lados del Atlántico en la defensa de intereses comunes, afirma en entrevista el canciller Alfonso María Dastis Quecedo, experto en derecho internacional, quien también confía en la prevalencia del estado de derecho en Estados Unidos a pesar de las diatribas del presidente Donald Trump. A 40 años de que se reanudaran, ¿en qué punto se encuentran las relaciones diplomáticas entre España y México? México es un país estratégico para España. Tenemos una relación privilegiada en todos los niveles y nuestras relaciones bilaterales han alcanzado un nivel excepcional. Disponemos, incluso, de un mecanismo único de relación estratégica institucionalizado, la Comisión Binacional, que se reunirá en Madrid el 20 de abril. En mi último encuentro con el canciller Luis Videgaray he podido constatar que nuestros estrechos lazos se reflejan también en la escena internacional, donde existe una gran coincidencia de enfoques en asuntos de la agenda global. En el plano económico, las relaciones no dejan de crecer. Más de 5 mil 700 empresas con capital español están asentadas en México y, a su vez, México es el primer inversionista latinoamericano en España, con más de 21 mil millones euros. ¿Considera que los lazos entre España y México han servido para ejercer un liderazgo en el mundo iberoamericano? Nuestras excelentes relaciones con México muestran cómo podemos unir ambos lados del Atlántico en la defensa de intereses comunes. No se trata tanto de ejercer un liderazgo, como de profundizar unas relaciones históricas entre todos los países que formamos la comunidad iberoamericana. Para España, el triángulo Europa-vínculo Atlántico-América Latina forma la referencia ineludible para nuestra política exterior. Y la experiencia de la Comisión Binacional España-México es un ejemplo de cómo crear nuevos instrumentos de coordinación que mejoren el intercambio de experiencias, la defensa de los intereses comunes y la profundización de las relaciones bilaterales entre los países latinoamericanos. Hay voces que consideran agotados mecanismos como la Cumbre Iberoamericana. ¿Habrá que actualizarlos o cambiarlos por otros? La Cumbre Iberoamericana nació con un espíritu de permanencia y de servicio a los intereses de toda la comunidad latinoamericana. Desde su puesta en marcha, la escena mundial ha sufrido extraordinarios cambios por lo que era necesario realizar un ejercicio de análisis, reflexión y revisión de los objetivos y mecanismos de las cumbres y así lo hemos hecho en lo que se conoce como el ciclo de renovación Cádiz-Panamá-Veracruz (2012-2014). El objetivo ha sido crear un mecanismo de Cumbres revitalizadas. Estoy convencido de que estas reformas serán efectivas y ayudarán a asegurar el futuro del sistema de Cumbres que son un espacio abierto, con una agenda positiva, en el que todos nuestros países sienten que pueden hablar un mismo lenguaje impulsando proyectos que benefician directamente a nuestros ciudadanos. La tendencia en el mundo parece ser el aislamiento. ¿Qué papel pueden tener frentes regionales o multinacionales como la Cumbre Iberoamericana tras el nuevo modelo de país y de relaciones internacionales que pretende imponer el presidente de Estados Unidos, Donald Trump? Pese a lo que algunas declaraciones altisonantes puedan hacer pensar, la realidad de los hechos es que no hay una tendencia en el mundo hacia el aislamiento de unos países frente a otros, sino al contrario. Si estudiamos las cifras globales de comercio, de movimientos de capitales, de migrantes, de turistas, de intercambios de estudiantes, observamos un patrón general de crecimiento, pese a la grave crisis financiera que hemos atravesado.
En el caso de Estados Unidos es hoy uno de los países más abiertos del mundo: el mayor importador de bienes; el segundo de servicios tras la Unión Europea; el primer receptor de migrantes (casi cuatro veces más que el segundo, Alemania); con España, Francia y China figura año tras año entre los