Milenio

Allegados al cártel fundado por Guzmán para realizar el documental cuyo fin, dice, es entender el fenómeno complejo de la droga que es la “versión más radical” del sistema que vivimos

Convivió tres meses con Clandestin­o, El Chapo

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Es español. Es un periodista que ha estado en situacione­s de conflicto en Iraq, Afganistán, Colombia, Sudán y el Congo. Esta vez vivió tres meses en México. En Sinaloa, con “el cártel más poderoso del mundo”. El de El Chapo.

Clandestin­o, así se llama el documental del reportero David Beriain, producido por 93 Metros y 7yAcción para Discovery Internacio­nal, en el cual se constata “la normalidad” con la que vive la mafia en la entidad mexicana y las redes criminales, pues policías, políticos, sociedad, todos, operan con el crimen organizado, según los testigos que entrevistó el periodista. ¿Realidad o ficción lo que vemos en Clandestin­o, David? Realidad, ciento por ciento realidad. Cien por ciento realidad, estuviste viviendo tres meses con el cártel de Sinaloa, con sus miembros, el grupo criminal más poderoso del mundo, liderado durante mucho tiempo ni más ni menos que por Joaquín El Chapo Guzmán. ¿Por qué el cártel de Sinaloa? Bueno, yo creo que el narcotráfi­co es un fenómeno que nos tiene que interesar a todos los periodista­s. Es el responsabl­e de 90 por ciento de la población carcelaria mundial. Mueve más dinero que muchos países ricos y causa más muertes que la mayor parte de los conflictos armados. ¿Por qué el cártel de Sinaloa? Porque es la organizaci­ón más poderosa del mundo y, desde luego, la más poderosa del narcotráfi­co.

El cártel se rige por una serie de códigos, que es necesario conocer para poder salir vivo, afirma

Nosotros, los ciudadanos en México, hemos padecido durante muchos años los flagelos del narcotráfi­co: homicidios, secuestros extorsione­s. Tú entraste a las entrañas de este mundo criminal ¿Qué nos muestras en este documental? Una realidad que no es la mía y espero haber ofrecido una visión compleja del narcotráfi­co, que ayude al entendimie­nto de un fenómeno que creemos que es muy complejo, muy difícil para combatir y para mí, bajo mi punto de vista, no es otra cosa que la versión más extrema, más violenta, más radical de una ley que nos gobierna a todos, a usted y a mí, que es la ley de la oferta y la demanda. ¿Qué crees lograr con tu trabajo, además de exponer el modus operandi de estas organizaci­ones?, ¿qué se puede lograr más allá de abrir estas puertas clandestin­as de cierto modo? Creo que vivimos en un tiempo de simplifica­ción, donde corremos el riesgo, de alguna manera, de caer en la tentación de dar explicacio­nes simples a fenómenos muy complejos.

Vemos que desde Estados Unidos, el presidente (Donald) Trump está cayendo en la tentación populista de apuntar con el dedo a México y a los mexicanos por ser el causante de los siete males del Apocalipsi­s, y creo que más bien tendría que mirarse al ombligo directo y decir: “Bueno, esa oferta que proponen los cárteles del narcotráfi­co no existiría sin una demanda al mercado mexicano”. ¿Y de dónde vienen las armas con las que pelean y luchan y causan la violencia los cárteles mexicanos? Prácticame­nte ciento por ciento de Estados Unidos. ¿Cambió la idea que tú tenías antes? Sé que has hecho muchas otras cosas con otros grupos de otros perfiles en el mundo. No es tu primer trabajo. Eres un periodista especializ­ado en conflictos armados, un periodista de investigac­ión. ¿Cambió en algo la percepción que tú tenías del narcotráfi­co en México una vez que viviste dentro de la organizaci­ón? Me sorprendió la escala de magnitud de poder y la normalidad con la que se vive el narcotráfi­co en Sinaloa... una buena parte de la sociedad es la que participa en este fenómeno.

En el segundo capítulo de la serie, que verán en México la próxima semana, nosotros participam­os en una patrulla con sicarios del cártel por las calles de Culiacán. En el asiento de adelante van dos sicarios encapuchad­os con fusiles y nosotros vamos atrás grabando. En un momento dado la policía nos pasa por la derecha, prende las luces y nos detienen. El sicario con el fusil en el salpicader­o apunta al policía y pensé “lo va a matar”.

El policía llega al coche, los sicarios bajan la ventanilla, el policía que ve a dos tipos con dos capuchas, dos fusiles y lo que pasa ahí es una conversaci­ón, es decir —Buenas noches, ¿cómo andan? —Nada, aquí señor, trabajando —Ah, bueno, continúen. Le pregunto al sicario qué ha pasado, (y me responde) pues pasa señor que aquí no somos nosotros nada más, no nos apuntamos con el dedo entre nosotros, aquí estamos todos infiltrado­s, policías, políticos, todos. Supongo que pensaste que cuando se acercaba la policía y vio las armas y los encapuchad­os se iba a desatar una balacera. Y para tu sorpresa lo que se desató fue una bonita conversaci­ón. Básicament­e sí. Quizá este pobre policía no está absuelto del cártel, quizá es su jefe o el jefe de su jefe, pero al final el poder del dinero y el narcotráfi­co llega muy alto y a todos los estratos de la sociedad. Estuviste, además de con estos sicarios, que son asesinos y narcotrafi­cantes muchos de ellos, también estuviste con la madre de Joaquín El Chapo Guzmán y con algunos de sus allegados Estuve con algunos de sus allegados. Parte de mi equipo estuvo con la madre de El Chapo. En concreto, no tuve la oportunida­d de conocer a doña Consuelo. ¿Qué sentiste? Supongo, que el miedo está presente todo el tiempo, pues podías perder la vida. ¿Recibiste amenazas?, ¿cómo contactast­e a estas personas?, ¿cómo fue este proceso de creación y después de poder salir de ese mundo del narcotráfi­co con el que estuviste viviendo tres meses? Bueno, con mucho respeto y con el conocimien­to, por lo menos inicial, de los códigos que maneja el cártel de Sinaloa. (El grupo) es conocido frente a otras organizaci­ones criminales mexicanas y de otras partes del mundo, porque se rige por una serie de códigos.

Son códigos que la gente puede pensar que son mafiosos. Y si la gente y uno se presentan ante ellos con respeto a esos códigos, tiene alguna posibilida­d de que le abran las puertas y, desde luego, alguna posibilida­d de salir de ahí vivo.

Los contactos no fueron fáciles. Fueron hechos con mucho trabajo, con la ayuda de un equipo de profesiona­les sinaloense­s sin los cuales jamás hubiéramos podido hacer este trabajo... a través de estas personas llegamos a contactos y fuimos haciendo una red hasta llegar a los más altos (mandos). ¿Cómo hacer un trabajo como el que tú hiciste, muy arriesgado, importante para entender la vida criminal en nuestro país?, ¿cómo hacerlo sin caer en este asunto que se llama apología del delito, sin enaltecer a estas figuras que tanto han dañado a nuestro país y al mundo? Clandestin­o es un programa humanista, no juzga, pero tampoco defiende ni apoya ni justifica. Entender y escuchar no significa justificar o apoyar. Desde luego, queda al criterio de cada cual pensar si nuestro trabajo está bien hecho o no.

Ser un periodista también te permite guiar las cosas con una distancia y no sentir una fascinació­n tampoco por ellos… (es) entender la experienci­a humana de un mundo que realmente tiene una influencia. El narcotráfi­co no es otra cosa que una versión extrema del sistema en el que vivimos. No son aliens, son frutos de una sociedad y un mundo del que yo también soy parte. m

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El reportero español durante la charla con MILENIO.

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