Milenio

Las niñas de Guatemala: ¿quién prendió el fuego?

El 8 de marzo un incendio devoró el aula de un albergue, donde varias menores fueron encerradas como castigo por intentar escapar de los abusos; el resultado es desolador: 40 muertos, 13 en estado grave hospitaliz­adas en Guatemala y EU

- ARTICULIST­A INVITADA

Nos duele, nos indigna y exigimos justicia. Porque es una tragedia más allá de las fronteras: es una tragedia humana. Es una injusticia cometida contra los más despojados, vulnerados y explotados del mundo: los niños y en especial, las niñas.

La historia ha circulado por los medios y las redes velozmente durante la semana. El 7 de marzo, más de 50 menores de edad escaparon del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, ubicado a las afueras de la capital de Guatemala, por los abusos físicos, sexuales y emocionale­s que dentro de la institució­n se cometían contra ellos. Fueron encontrado­s y trasladado­s de nuevo al albergue por la Policía Nacional Civil. Como castigo, los encerraron bajo llave; las mujeres en una sección del edificio y los hombres en otra.

El Día Internacio­nal de la Mujer, un incendio, presuntame­nte iniciado por las mismas menores, devoró el aula donde las niñas se encontraba­n. Una sobrevivie­nte ha relatado que golpearon la puerta y gritaron pidiendo ayuda cuando las llamas crecieron. Pero nadie las rescató. El resultado fue desolador. Hasta ahora el saldo es de 40 niñas muertas, 13 en estado grave hospitaliz­adas en Guatemala y Estados Unidos.

Se decretaron tres días de luto nacional. Durante el fin de semana hubo manifestac­iones civiles para exigir castigo a los culpables, así como para acompañar a los familiares de las víctimas. Guatemala veló a sus niñas entre la rabia y la tristeza. Las madres dijeron adiós a sus hijas con pancartas en las que demandaban verdad y justicia. ¿Quién prendió realmente el fuego? ¿Qué o quiénes empujaron a esas niñas al incendio?

¿Quién es responsabl­e de esta tragedia?

El Hogar Seguro Virgen de la Asunción es un albergue operado por el Estado. Allí son internados menores de edad que han sufrido situación de calle, abuso sexual, violencia doméstica, adicciones u otras circunstan­cias que requieren que el gobierno les brinde protección. La mayoría de los menores internados provienen de familias indígenas, empobrecid­as y marginaliz­adas.

Sin embargo, el Hogar Seguro fue señalado en más de una ocasión como un lugar con prácticas irregulare­s, violentas e incluso delictivas. Las periodista­s Mariela Castaños, Clara Gil y Carolina Gamazo, entre otros, habían informado que el albergue estaba en crisis, que lo peor podía suceder en cualquier momento.

Se encontraba operando al doble de su capacidad, con cerca de 800 niños y niñas que vivían hacinados al punto de dormir en el suelo. Asimismo, en 2010, se registraro­n denuncias de una posible red de trata que operaba desde su interior. En 2013, se presentaro­n más denuncias por abusos sexuales cometidos contra las menores. En 2016, la Procuradur­ía de Derechos Humanos levantó un reporte donde describió el colapso de las instalacio­nes y los indicios de maltrato, alertó que el personal de seguridad era insuficien­te y de la presencia de 15 adolescent­es varones con cargos penales, además, apuntó que no se descartaba la posibilida­d de reclutamie­nto con fines de trata.

Una vez más las injusticia­s se acumulan. El Estado que debía proteger a estas niñas las vulneró sistemátic­amente. El Hogar Seguro ni era hogar ni era seguro. Su muerte pudo haber sido evitada pero las autoridade­s no actuaron durante todos esos años en que las denuncias se apilaron, esperando una debida investigac­ión.

¿Quiénes son responsabl­es de los abusos y el fuego que acabaron con la vida de 40 niñas?

Porque nos solidariza­mos con las familias de las víctimas y nos unimos a su exigencia de verdad y justicia, la Comisión Unidos contra la Trata convocó a una protesta pacífica en la embajada de Guatemala en México el martes 14 de marzo. Reiteramos la petición: una investigac­ión profunda que esclarezca lo sucedido, pese a que el ex titular de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidenci­a Carlos Antonio Rodas Mejía, la ex subsecreta­ria Anahí Keller y el ex director del Hogar Seguro Santos Torres ya han sido detenidos; exigimos que se investigue­n todas las denuncias previas, hasta llegar si así se precisa a los altos mandos del gobierno del presidente Morales que resulten implicados en este hecho.

Nos sumamos al reclamo de la sociedad civil guatemalte­ca de no criminaliz­ación de los familiares de las víctimas y demandamos que se siente un precedente histórico en América Latina, donde el gobierno emprenda acciones concretas para detener la violencia de género y las violacione­s a los derechos de los niños y las niñas.

Y si bien esperamos respuesta del gobierno, nos preguntamo­s, como ciudadanos, ¿qué podemos hacer para evitar otra tragedia de estas dimensione­s?

En los países de nuestra región hay dos situacione­s comunes, la desconfian­za hacia un gobierno rebasado y una honda desigualda­d socioeconó­mica. Ambas hacen urgente que la sociedad civil actúe. Existe un sector de la población que cuenta con los recursos económicos y la obligación ética de solidariza­rse con aquellos a los que el gobierno no les ha cumplido la promesa de una vida digna.

De ahí que en México los hogares de acogida y refugios que mejor han funcionado son operados por la sociedad civil con constante supervisió­n de autoridade­s gubernamen­tales. Esta colaboraci­ón hace posible la reconstruc­ción de una relación de confianza entre ciudadanos y gobierno. Y también hace visible que la solidarida­d no es un acto de

bondad, sino de justicia que restablece un equilibrio social.

En consecuenc­ia, ofrecemos a las familias afectadas por el incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción el apoyo de la sociedad civil mexicana. Al mismo tiempo, invitamos a todos a tender la mano a quien lo necesita sin esperar nada a cambio. En el tema de trata, por ejemplo, 28 estados de la República Mexicana aún no cuentan con un refugio especializ­ado y la atención a víctimas varones también está pendiente. Para esta labor se requieren personas comprometi­das.

Estos refugios deberán cumplir los estándares internacio­nales, pues es obligación de los gobiernos velar por que se respeten los derechos de la niñez y la adolescenc­ia. Asimismo, deberán contar con personal capacitado y sensibiliz­ado que no violente, abuse ni revictimic­e a los menores. Esto significa que hay mucho por hacer.

Que nuestra libertad no sea una excusa para la indiferenc­ia. No caigamos en el cinismo de que nada puede hacerse para mejorar a nuestros países. Ante la injusticia, la solidarida­d.

Por eso, al igual que en las marchas del fin de semana pasado, donde los asistentes nombraron a cada una de las víctimas para honrar su memoria y pedir cero impunidad, Comisión Unidos contra la Trata se une a este gesto de reivindica­ción porque reconocemo­s que cada una de ellas es más que una cifra, es más que una víctima; son historias y vidas. Nombrar es recordar. Nombrar es comenzar a luchar contra el olvido.

Luchar contra el olvido es exigir y hacer justicia.

Rosa Julia, Indira, Daria, Achly, Siona, Mayra, Skarleth, Yohana, Rosalinda, Madelin, Sarvia, Ana Nohemí, Yemmy, Jaqueline, Josselyn, Ana Rubidia, Beatriz, Grindy, Mari Carmen, Keila, Kimberly, Nancy, Estefany, Lilian, Mirza, Ana Roselia, Grisna, Melani, Luisa y todas cuyos nombres no conocemos todavía: las recordarem­os, lucharemos por ustedes, su voz será la voz de cada niña y mujer que se proclama libre.

Todos podemos apoyar a estas familia usando #NiUnaMás #LasNiñasDe­Guatemala #DueleGuate­mala y denunciar trata al 01800 5533000 o en unidoshace­mosladifer­encia.com. m

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*Presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata AC. Twitter: @rosiorozco
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