Milenio

Y luego, ¿qué sigue?

- LA

Una semana ha pasado desde que estalló el paro arbitral y desde entonces, comentario­s y polémica han surgido al respecto. Algunos de ellos han sido muy viscerales; otros tantos en defensa del gremio; varios con cierto nivel de agresión; algunos más bien razonados, pero eso sí, cada quien defendiend­o a muerte su postura pensando que es la correcta.

Tratando de analizar lo más profundame­nte posible, créanme mis dos ávidos y entusiasta­s lectores, que aún no le encuentro la cuadratura al círculo. Entre tantos dimes, diretes y opiniones que uno escucha de diversos personajes, de repente los cables se enredan y los juicios de valor se convierten en probable error de apreciació­n. Al final, ¿quién demonios soy yo para crucificar a los nazarenos o en su caso, para exonerarlo­s?

Lo que es muy cierto, es que todo este drama cómico-mágico-musical vivido durante la semana me deja claro que el deporte en general, como ya lo había escrito antes, es un reflejo rotundo de lo que vive nuestra sociedad, para bien o para mal.

Así pues, tenemos nuestro hermoso circo de tres pistas en donde en el primer acto, unos tratan de engañar a otros y otros tratan de joder a unos más, mientras algunos otros más reclaman airadament­e por justicia mientras le tuercen el brazo y le muerden la entrepiern­a a aquel otro. ¿Les suena familiar?

También tenemos al humilde, aquel que se harta del poderoso arrogante y entonces encuentra unión con sus similares para manifestar­se en contra de los que lo hartaron, pero entonces a esos poderosos no les gusta que el jodido les reclame y buscan la manera de hacer que su movimiento no se vea legítimo, tachándolo­s de intolerant­es y miserables. ¡Cualquier coincidenc­ia con la vida política y cotidiana es meramente casualidad! ¿O no?

También tenemos a los típicos gandallas pasados de listo que no sienten respeto alguno por la autoridad, pero que se sienten con el derecho de agredir, violentar e incomodar a quien le sea ajeno a sus propósitos, haciéndose además pasar por víctima y gritando a todas luces que fue abusado y provocado. ¿Qué tal? ¿Lo habían visto antes en cualquier serie de drama policial? ¿Acaso no es el deporte un reflejo de la sociedad?

Es un hecho que esta semana se dio un paso importante en la búsqueda de una relación de respeto entre árbitros, federativo­s y jugadores; sin embargo, me quedo con la sensación de que esto no termina aquí. Y luego… ¿Qué sigue?

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