UNA PECAMINOSA VOYEUSE
En la década de los 80, las películas tardaban hasta dos o más años en llegar a nuestro país. Nedda G. de Anhalt, narradora y poeta, acudía cada año al Festival de Cine de Nueva York, por eso podía estar atenta a la cartelera cinematográfica que arribaría a México.
Huberto Batis, en ese entonces subdirector del periódico unomásuno, fue quien le dio el espacio a Nedda para que publicara su columna “Cine por venir”, tomando en cuenta dos situaciones a su favor: la posibilidad de ver cine antes que todos y que lograra transmitirle al lector su pasión por la pantalla grande. La columna de Nedda era polémica porque había personas que creían que estaba de más hablar de películas que quizá nunca iban a poder ser vistas en cartelera y otras, en cambio, agradecían la puntual lectura porque los ponía al tanto de lo que ocurría con el cine de autor.
Este libro es una recopilación de algunos textos que Nedda G. de Anhalt, en su momento, dio a conocer en esas páginas culturales. La autora recuerda que creció en La Habana rodeada de cines, “un oasis para refugiarnos de las tristezas de la vida y de las rabias del sol”.
¿Cuáles son las películas que considera entrañables? Las que cumplen cabalmente con la idea de mostrar el cine dentro del cine, “eco a su vez del teatro dentro del teatro de Shekespeare”, como es el caso de Good Bye Dragon Inn (Tsai Ming-liang, 2003), Cinema Paradiso (Guiseppe Tornatore, 1988) y La rosa púrpura del Cairo (Woody Allen, 1985). De esta última cabe recordar la siguiente frase que forma parte del guión: “Los seres de ficción quieren tener una vida real y los seres reales una vida de ficción”. Con esta película, Allen se propuso traspasar los límites del lenguaje cinematográfico.
Por momentos se tiene la impresión de que la crítica de cine tiene la suerte que algunas películas sean programadas justo en el día que ella acude a determinada sala de arte y, sin proponérselo, termina viendo un espléndido filme. Como es el caso de French Can Can (Jean Renoir, 1954), en donde aparece María Félix, en el papel de una bailarina “semidesnuda, erótica, envuelta en gasas”.
La primera vez que Nedda fue al cine vio Doctor Jekyll y Mister Hyde. Sus padres la metieron a la sala, casi oculta para que no los sacaran de la sala, pues se trataba de una función para adultos. Ella describe ese momento clave en su vida como una iniciación a lo que sería una de sus grandes motivaciones. En esa ocasión, la mano de Mis amores en la sala oscura. su madre le tapó los ojos, y ella abrió sus dedos para que se filtrara esa luz que veía en toda la pantalla. Así creció con la idea de que ver cine era algo pecaminoso, “hoy me considero una pecaminosa voyeuse”, confiesa Nedda. m