Acariciar escorpiones
Al igual que toda fábula, una de éstas en la que un escorpión pide ayuda a una tortuga para cruzar el río no habla de etología, sino del carácter ético de los seres humanos. Ya que disiento de las interpretaciones usuales acerca de ésta me interesa cuestionarla.
Todos tenemos un carácter ético que puede mantenerse en constante cambio y por lo mismo en crecimiento o que puede endurecerse y quedar atado a ideas y costumbres morales fijas. Cuando esto último sucede, resulta muy difícil transformarlo. Puede lograrse a través de la disciplina en nuevas costumbres, pero mientras más tiempo pasa anquilosado, más arduo es cambiarlo, pues se asimila a nuestra propia naturaleza. Ese anquilosamiento es retratado en la fábula del escorpión y la tortuga como si fuera inevitable.
En un inicio la tortuga se muestra reticente a acceder a la petición del escorpión: “Si te cargo para que cruces el río me picarás y moriré”. El escorpión responde: “¿Cómo podría yo picarte? Si lo hiciera los dos moriríamos ahogados”. Convencida, la tortuga permite al el escorpión montar en su caparazón; al cruzar el río el escorpión la pica. Ante el reclamo de ella, antes de morir ahogado alcanza a decir: “Yo no pude evitarlo: está en mi naturaleza”.
La fábula resulta chocante porque para los animales humanos tanto como para los no humanos el aprendizaje es aún más fundamental que la programación genética. El carácter es por ello moldeable y solo deja de serlo cuando el individuo queda fijo en una sola forma de ser, lo cual si bien es usual, no es ni genético ni inevitable: depende de la educación.
A una persona-escorpión puede evitársele o bien enseñarle que algunas veces no hace falta picar. Después de todo ¿cómo no sentir compasión por un ser al que nadie se atreve a acariciar? Tratar con un escorpión requiere prudencia, pero también compasión: com-partir lo que acontece a otro es el primer paso para aprender a amarle tal cual es.
Es preciso ayudar a escorpiones a cruzar el río: quizá algún día se dejen acariciar. Todo es cosa de no olvidar el mejor suero anti escorpión: la comprensión del dolor y la soledad de quien difícilmente permite una caricia. m