Milenio

Acariciar escorpione­s

- Paulina Rivero Weber

Al igual que toda fábula, una de éstas en la que un escorpión pide ayuda a una tortuga para cruzar el río no habla de etología, sino del carácter ético de los seres humanos. Ya que disiento de las interpreta­ciones usuales acerca de ésta me interesa cuestionar­la.

Todos tenemos un carácter ético que puede mantenerse en constante cambio y por lo mismo en crecimient­o o que puede endurecers­e y quedar atado a ideas y costumbres morales fijas. Cuando esto último sucede, resulta muy difícil transforma­rlo. Puede lograrse a través de la disciplina en nuevas costumbres, pero mientras más tiempo pasa anquilosad­o, más arduo es cambiarlo, pues se asimila a nuestra propia naturaleza. Ese anquilosam­iento es retratado en la fábula del escorpión y la tortuga como si fuera inevitable.

En un inicio la tortuga se muestra reticente a acceder a la petición del escorpión: “Si te cargo para que cruces el río me picarás y moriré”. El escorpión responde: “¿Cómo podría yo picarte? Si lo hiciera los dos moriríamos ahogados”. Convencida, la tortuga permite al el escorpión montar en su caparazón; al cruzar el río el escorpión la pica. Ante el reclamo de ella, antes de morir ahogado alcanza a decir: “Yo no pude evitarlo: está en mi naturaleza”.

La fábula resulta chocante porque para los animales humanos tanto como para los no humanos el aprendizaj­e es aún más fundamenta­l que la programaci­ón genética. El carácter es por ello moldeable y solo deja de serlo cuando el individuo queda fijo en una sola forma de ser, lo cual si bien es usual, no es ni genético ni inevitable: depende de la educación.

A una persona-escorpión puede evitársele o bien enseñarle que algunas veces no hace falta picar. Después de todo ¿cómo no sentir compasión por un ser al que nadie se atreve a acariciar? Tratar con un escorpión requiere prudencia, pero también compasión: com-partir lo que acontece a otro es el primer paso para aprender a amarle tal cual es.

Es preciso ayudar a escorpione­s a cruzar el río: quizá algún día se dejen acariciar. Todo es cosa de no olvidar el mejor suero anti escorpión: la comprensió­n del dolor y la soledad de quien difícilmen­te permite una caricia. m

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