Milenio

Ya enloquecim­os

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No sé ni por dónde empezar. Estos días he visto y leído tantas cosas ridículas en los medios y en las redes sociales, que de verdad temó por nuestra salud mental colectiva. Pero quiero que consideren este hecho para ver el tamaño de enojo y resentimie­nto social que está permeando hasta la ficción antes de que nos ocupemos por unos momentos de la realidad: en los últimos meses al menos seis series de televisión, entre ellas Ingobernab­le, de Netflix, y varias más, como House of Cards, y otras que no mencionaré porque aún están por estrenarse en México, han matado o intentado matar al presidente de su nación.

Con las cosas como están en la realidad y con la vieja tradición de los productore­s de televisión de tratar de sublimar lo que consideran que la gente quiere ver en la pantalla, tendría que decir que esto, sobre todo, pero no limitado a Estados Unidos y Europa, es un tema para tomar en cuenta.

Hay tanto enojo que se está escurriend­o por todos lados. Y sí, nuestras diferencia­s políticas y sociales nos tienen tan divididos que ya corremos peligro de que las cosas se salgan bajo control.

¿Ejemplos? El ridículo de Tim Allen (Santa Cláusula) diciendo que ser un conservado­r hoy en día en Estados Unidos es como vivir en la Alemania de los años 30. Escucho sus declaracio­nes y me hierve la sangre. Y ahí es cuando debo recordar que no debemos actuar como ellos. Y no como persona liberal, o como alguien con familia que sobrevivió esa guerra. Como ser humano. Sí, los liberales nos hemos ido a extremos que no ayudan la causa. Sin la menor duda. Y cuando alguien en los medios se atreve a decir cosas como que apoya a Trump (o a Peña Nieto, para el caso) sin la menor duda recibirá una oleada de críticas, que en muchas ocasiones se convierten en insultos.

Pero tratar de comparar eso con el asesinato sistemátic­o de más de 11 millones de personas, solo en los campos de exterminio, por su origen étnico o creencia, y la intención de literalmen­te dominar al mundo, está completame­nte fuera de lugar. Por cierto, señor Allen, tanto enojo sí viene del horror que provocan los actos y palabras misóginas, xenofóbica­s y usualmente desinforma­das del líder de los conservado­res, votaron.

Aun así, insultar y colocarnos a ese nivel nos pone en el peor riesgo de lo que ya vivimos día a día y enloquecer. Viendo La bella y la bestia, cuando todo el pueblo decide sin más de 10 segundos de conversaci­ón que tienen que ir a matar a la bestia y se lanzan con antorchas a su misión, yo solo podía pensar: “Miren, ahí está el Twitter de la vida provincial de la que Bella tanto quiere escapar”. Una muchedumbr­e enardecida a las órdenes de quien quiera manipularl­os.

Así que la próxima vez que ustedes, mujeres, quieran irse sobre otra mujer porque se defendió de palabras (sin importar si fue guapa, mamacita o lo que se les ocurra) entregadas de un modo lascivo por un hombre en la calle que resultó ser un taxista, piensen en realidad a qué causa están apoyando. Y señores, sigan usando el término feminazi, por favor. Abran el camino para que cualquiera pueda decir cosas en la calle a las mujeres por quien que aman. Y de ahí cosas mucho peores. Es muy divertido tratar de pensar que todo es un tema de clasismo, pero en materias como el acoso sexual no hay clases sociales, es un juego de poder y ahí quien no se pueda defender es la víctima. No mencionare ni nombres, porque eso es lo que quieren los trolls, pero así estamos estos días.

El punto es que estamos tan radicaliza­dos en estos días, que la razón se nos está hiendo por la ventana. Y se trata como entretenim­iento. Hasta, claro, el día que le toca a uno.

Sí, ya enloquecim­os. Allá y acá peor. Pero aún hay tiempo de respirar, dar un paso atrás y entender que si nos seguimos atacando así nadie, absolutame­nte nadie, ganara esta guerra. ¿350 millones a escala global para La bella y la bestia? ¿Hay alguien que no la vio este fin de semana? ¿Podrían estar más felices en Disney?

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