Estado-medios: el caso americano
Ados meses de haber tomado posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha emprendido una serie de acciones y declaraciones contra los medios tradicionales de comunicación (impresos y electrónicos), al grado de decir: “Pienso que quizás yo no estaría aquí si no fuera por Twitter”.
Entrevistado por la cadena Fox News, recalcó sus comentarios sobre “coberturas mediáticas deshonestas” y mencionó algunos medios, como CNN, NBC y CBS. Finalmente, afirmó: “Twitter es una cosa formidable para mí, ya que puedo pasar mi mensaje”. En medios impresos, The New
York Times y The Washington Post no son bien vistos por el mandatario estadunidense.
A esa antipatía por los medios privados se ha sumado el proyecto presupuestario de Trump para 2018, en el que propone suprimir el financiamiento federal a la Corporación de Medios Públicos (CPB), que incluye la radio (NPR) y televisión públicas (PBS).
De esa forma se recrudece aún más la relación Estado-medios, en el caso estadunidense, ya que no solo son los medios privados, sino ahora los públicos, los que comienzan a sentir el embate —estos últimos en los recursos.
En el caso de los medios públicos, la medida presupuestaria podría colapsarlos; aunque esa acción no es extraña, ya que desde hace tres décadas el Partido Republicano —al que pertenece el presidente— ha pugnado por ello.
Si bien son puntos de vista, donde podría haber divergencias es en el concepto de noticia e información: ahora en 140 caracteres se piensa que se está informado; a pesar de todas las novedades tecnológicas, la radio y la televisión continúan siendo los medios con mayor audiencia, y los diarios siguen siendo referente.
Para el caso estadunidense, y en general, es importante el progreso tecnológico en la información, en medios y en instrumentos, pero más importante, quizá, es la lealtad a valores y a principios periodísticos que permitan a la sociedad, al estar bien informada, reflexionar sobre sí misma y tomar sus decisiones.