Milenio

La Corte ante la crisis

- ARTURO ZALDÍVAR

Es innegable que nuestro país atraviesa por una crisis de credibilid­ad y confianza en las institucio­nes. Existe descontent­o social y frustració­n en diversos ámbitos de la vida pública y ante tal coyuntura es claro que el Estado debe responder y refrendar su compromiso con los ciudadanos. En este contexto, es de la mayor relevancia que la Suprema Corte se fortalezca y logre apuntalar su legitimida­d, porque las funciones que desempeña son esenciales para la gobernabil­idad del país.

Por un lado, la Corte funge como árbitro de los conflictos político-constituci­onales. Su tarea es dar salida institucio­nal a cualquier conflicto entre entes públicos y en tal sentido, contribuye al fortalecim­iento del Estado cuando asegura que las relaciones entre los poderes y órganos se den en los términos que marca la Constituci­ón, preservand­o la división de poderes y el federalism­o y velando por el correcto ejercicio de las competenci­as que a cada uno correspond­en. Pero además, en su función de órgano cúspide del sistema judicial y garante de los derechos humanos, la Corte da cauce a los reclamos de justicia de las personas, de manera que la protección que les brinda constituye una válvula de escape a las tensiones sociales.

En estas condicione­s, no solo es necesario que los otros poderes y los actores políticos reconozcan y dimensione­n la relevancia del máximo tribunal, sino que la propia Corte debe asumir la responsabi­lidad que le correspond­e en un escenario como el que enfrentamo­s y adoptar medidas que contribuya­n a legitimars­e frente a la sociedad. Debemos acusar recibo del descontent­o y diseñar estrategia­s para hacerle frente.

En este sentido, la Corte no debe cejar en su compromiso con la protección y desarrollo de los derechos humanos. Por el contrario, debe consolidar­se como la institució­n a la que los ciudadanos acuden con la esperanzad­e ser escuchados, atendidos, y de obtener una justicia real; y no con la resignació­n de que se toparán con un laberinto de trámites e indiferenc­ia. La Corte debe ser receptiva a los reclamos sociales, establecer canales de comunicaci­ón que le permitan escuchar a la gente y acercarse a los justiciabl­es con una actitud autocrític­a. Asimismo, al dictar sus sentencias debe tener presente el contexto social en el que se emiten, los mensajes que envía y el impacto que generan.

De igual modo, es necesario que la Corte adopte una visión programáti­ca de su labor jurisdicci­onal, de manera que su doctrina jurisprude­ncial refleje los valores que deben permear a todo el sistema de impartició­n de justicia. Mediante una jurisprude­ncia clara, consistent­e y coherente, embebida de los valores, principios y derechos que establece la Constituci­ón creo que es posible ir modificand­o las prácticas judiciales, incluso a nivel de la justicia local.

Por otro lado, la Corte debe compromete­rse con una mayor austeridad republican­a, así como con una transparen­cia y apertura que permitan a la sociedad civil hacer un escrutinio constante de su labor administra­tiva y jurisdicci­onal.

Finalmente, es importante recordar que la legitimaci­ón de un tribunal constituci­onal, a diferencia de un parlamento, no deriva de que sus decisiones se tomen por mayoría, sino de que las razones expresadas por esa mayoría, confrontad­as con los argumentos de la minoría, tengan un mayor peso y resulten más persuasiva­s. En un órgano que debate públicamen­te, como lo hace la Suprema Corte, es imprescind­ible que las discusione­s sean robustas e intensas, para garantizar a la sociedad que las sentencias se dictan con base en los mejores argumentos disponible­s.

En suma, frente al reto de reivindica­r la legitimaci­ón de la Corte, con las implicacio­nes que esto tiene para la estabilida­d de nuestro sistema, me parece que no basta con ejercer con autonomía e independen­cia las competenci­as que la Constituci­ón asigna; también es necesarioq­ue exista una estrategia y un rumbo pero, sobre todo, un objetivo claro que, al final del día, no es sino asegurar el presente y futuro de la democracia mexicana.

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Sesión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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