Obrador se pone contra nuestros soldados
Se entiende el actual descontento de tantísima gente. Es muy explicable también la rabia ciudadana ante la corrupción. Se comprende igualmente la rebeldía de aquellos que desean transformar una sociedad que sigue siendo fundamentalmente injusta y desigual. Pero, a ver, ¿la condición de individuo contestatario implica un forzoso repudio a nuestras Fuerzas Armadas? ¿Por qué los inconformes y los opositores denuestan tan desconsideradamente al Ejército Mexicano y a la Armada? ¿Acaso hemos padecido una dictadura militar? Nuestros soldados y nuestros oficiales, ¿no son los más acendrados representantes de esa entidad llamada “pueblo de México”, a saber, la más pura representación de nuestra nacionalidad y elemento crónicamente explotado en el discurso político? Y, finalmente, sabiendo de la intervención de esos denostados militares en generosas acciones de ayuda a la población cuando acontecen desastres naturales, ¿no es un acto de suprema ingratitud desconocer a nuestros esforzados combatientes, involucrados por lo general en nobles tareas de asistencia civil en lugar de empuñar sus armas para aniquilar a extraños enemigos?
Pues, no: pareciera que la postura obligada, para los izquierdosos que se arrogan la facultad exclusiva de encabezar la “protesta social”, es denunciar, denostar, descalificar, desprestigiar, desacreditar e infamar arteramente a una institución que, miren ustedes, es la que más respetan los mexi- canos. Y, encima, cuentan con un emisario inescrupuloso para que les haga el trabajo sucio: Andrés Manuel López Obrador acaba de acusar al Ejército Mexicano, sin prueba alguna ni sustento en hechos verificables, de asesinar a los 43 estudiantes de la escuela de Ayotzinapa. El tipo, por cierto, fue quien validó la consagración de José Luis Abarca como alcalde de Iguala a pesar de los dudosísimos antecedentes de un sujeto del quien se sabía que tenía relaciones con las mafias criminales. Pero, ahora, en vez de reconocer vergonzantemente su responsabilidad, pretende trasladar la ignominia a los otros, desacreditando, de paso, a los mejores de los mexicanos.
¿Lo quieren de presidente a este personaje? Pues, con su pan se lo habrán de comer… M