Tírenle al moreno
El juego de moda ya no es Tírenle al negro, sino Tírenle al moreno. Es decir, a AMLO, al dirigente nacional de Morena. La razón es la misma de 2006 y 2012: derribarlo de las preferencias electorales rumbo a la elección presidencial.
En el juego de moda se vale de todo: mentir, manipular, ensuciar, exagerar, truquear los dichos para tergiversar los hechos.
La piedra de toque, el clarín de arranque, para bombardear, golpear o buscar dañar al principal moreno del país es el Ejército.
Primero fue Nayarit. Después Nueva York. Más adelante será Twitter, Facebook o cualquier foro donde AMLO exprese su opinión sobre el papel de las fuerzas armadas en el combate a la inseguridad y en la estra- tegia errónea, equivocada y costosa —en más de un sentido— de tener al Ejército en las calles desempeñando funciones de policía civil.
AMLO señaló que entre las víctimas de un enfrentamiento entre las fuerzas armadas y una célula del crimen organizado en Nayarit habría menores de edad. Esto irritó enormemente al gobierno. Se le exigió que presentara pruebas y se le acusó de hacerse eco de una estrategia muy socorrida de los cárteles de la droga que buscan desacreditar al Ejército presentándolo como “mataniños”.
Antes de AMLO, al menos tres portales de Nayarit habrían reportado algunos menores de edad entre las víctimas del enfrentamiento.
Ese hecho concreto pudo ser falso pero no falaz, ya que desde 2007 la Red por los Derechos de la Infancia (Redim), la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, Amnistía Internacional e investigaciones propias de medios de comunicación, como la revista Proceso, han presentado informes contundentes sobre los niños y jóvenes victimizados en esa guerra tan irracional como ineficaz. Son más de 2 mil las víctimas menores de edad.
Ahora bien, AMLO nunca ha dicho que las fuerzas armadas se dedican a asesinar de manera indiscriminada a menores de edad. Sin embargo, la estrategia del juego político Tírenle al moreno busca presentarlo de esa forma, a fin de confrontarlo con la única institución del Estado mexicano que aún guarda altos niveles de aceptación y respaldo entre los ciudadanos.
El segundo episodio para amarrar navajas con el Ejército se presentó en Nueva York. Cuando Antonio Tizapa, padre de Jorge Antonio Tizapa Leguideño, uno de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, se acercó a la camioneta que trasladaba a AMLO y le reclamó su presunta afinidad partidaria con Ángel Aguirre, ex gobernador de Guerrero, y José Luis Abarca, ex presidente de Iguala, la respuesta del dirigente de Morena fue: “Tienes que reclamarle al Ejército, a Peña, no a mí”. La misma posición mantendría en la conferencia del Club Nacional de Prensa: “El reclamo tiene que ser al régimen, a Peña, a las fuerzas armadas, a quienes intervinieron en ese crimen, no a nosotros”. La reacción fue una embestida de Estado, donde además de algunos miembros del gabinete de seguridad, se sumaron diputados y senadores de diversos partidos. A una sola voz y con la misma tonada, pedían que probara ante el Ministerio Público la participación del Ejército en ese crimen, cuando nunca acusó o imputó a las fuerzas armadas de algún delito. Pedir cuentas a una autoridad —no a un particular— por un hecho delictivo, no es imputarle responsabilidad alguna en el mismo.
Así se juega Tírenle al moreno, el bullying político de moda. M