Milenio

¿Por qué si estuve en la línea de fuego y en el frente, ahora me quieren hacer esto?”

Contradict­orio, que ese mismo sistema por el que fui a luchar me quiera deportar”

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ocupacione­s de esta familia es que, si su hijo es deportado, no tendrá dónde llegar.

“Él no tiene ahí (en México) a nadie”, asegura su padre, mientras se lleva las manos al rostro para impedir que grabemos las lágrimas que corren por sus mejillas. Luego dice con desesperac­ión:

“Como veterano es un blanco fácil para los cárteles del narcotráfi­co, porque ellos buscan personas con entrenamie­nto militar para envolverlo­s en el mundo del crimen organizado. Sería como firmar su sentencia de muerte si lo mandan a México”. Carlos Luna, ex veterano e integrante de la organizaci­ón LULAC-Green Card Veteran’s, dice que este no es el primer caso de ex militares mexicanos que viven un proceso de deportació­n.

“En la frontera con Tijuana hemos contabiliz­ado al menos mil 500 hispanos que formaron parte del ejército estadunide­nse y que ahora andan en la calle. Lo que pasa es que cuando uno regresa de la guerra lastimado o mutilado deja de ser importante para el gobierno y nos convertimo­s en su desecho. Nadie nos ayuda y mucho menos a los que son regresados a su país de origen. Al final su nación de origen los margina dentro de su propio territorio, porque los ven como traidores”.

En 2001, luego del ataque a las Torres Gemelas, cientos de mexicanos ya naturaliza­dos pensaron que nada los podía regresar a su país de origen por estar sirviendo a las fuerzas armadas. Incluso en un documento expedido por el Departamen­to de Justicia de EU se asienta que todos aquellos que “sirvieran a la nación tras los atentados terrorista­s del 11 de septiembre y que no tuvieran una estancia legal pueden solicitar la adquisició­n de este derecho”. Hoy la familia Pérez ya solo espera una resolución a favor. Mientras la pareja se abraza para intentar calmar el dolor, Miguel padre cuenta una anécdota de batalla que le compartió su hijo el día que regresó de su penúltima encomienda:

“Ese día lo mandaron a una misión en la línea de fuego. Nuestro Miguel nos platica que pensó que era su último día de vida. Fue una madrugada del 4 de julio, el día de la Independen­cia. Pero resulta que gracias a dios la libró y cuando llegaron al campamento, después de varios días de combate, lo primero que vio fue la bandera con las 50 estrellas y dijo. ‘Esta bandera me la voy a llevar, porque es la que yo defendí’. Entonces regresó y una Navidad me la obsequio, porque aseguraba que es la que él había protegido y por la que había luchado tanto tiempo. Quién iba a imaginar que tanto orgullo se convertirí­a en odio…”

Miguel Jr, el soldado mexicoamer­icano, veterano de guerra herido, con estrés postraumát­ico, a punto de ser deportado… m

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