Noticias piratas
Es muy probable que la persona que lee esta columna haya consumido y distribuido noticias falsas o fake news. Particularmente quienes piensan que son inmunes a esta posibilidad.
La velocidad con la que se disemina la información y el acceso a dispositivos que facilitan esta tarea ponen a prueba nuestra capacidad para examinar su confiabilidad. Todos los días estamos expuestos a docenas de videos, de fotografías y de datos que se consumen y, peor aun, se comparten sin el menor grado de verificación.
Nuestras interacciones ocurren en un espacio en el que se ha democratizado el acceso y la distribución de la información convirtiendo a cualquier persona en un reportero, un editor o hasta en su propio medio de comunicación.
Pero esta ecuación ha tenido consecuencias inesperadas. La información se comparte sin que exista algún tipo de responsabilidad cívica y sin herramientas para evitar que se manipule con propósitos comerciales o políticos.
Apenas ayer conocimos reportes sobre cómo miembros del equipo de campaña de Donald Trump trabajaron en coordinación con agentes vinculados al gobierno ruso para desprestigiar a Hillary Clinton utilizando, entre otras medidas, información falsa.
Vivimos una epidemia de fake news y México se ha mostrado vulnerable a sus efectos, algo que resulta especialmente preocupante en el contexto de la elección que se avecina.
La democracia depende de una sociedad que tome decisiones bien informadas pero, si a la histórica manipulación de los procesos electorales en nuestro país le sumamos la resistencia a consumir información sustentada en hechos verificables, el panorama no resulta muy alentador.
El analfabetismo mediático no es un fenómeno nuevo en México, pero el acceso a nuevas tecnologías acentúa sus consecuencias. Irónicamente, nunca ha sido más fácil ser consumidores responsables de información. Además, la alternativa a cuestionarse proactivamente lo que está frente a nuestros ojos son seis años más de lo mismo y no creo que nadie quiera eso. M