Queridos amigos de Ingobernable:
¿ C ómo están? Yo, muy preocupado por ustedes. Gracias a la generosidad de Netflix tuve oportunidad de ver el material que grabaron y que a partir de mañana va a estar disponible en México y en todos los mercados internacionales de este importantísimo sistema de distribución de contenidos en línea, y tengo miedo.
¿De qué? De que los maten. Perdón si sueno demasiado directo, pero así de tremendo es lo que ustedes están planteando.
¡Qué “hüevotes”! Les juro que jamás en mi vida había visto un programa mexicano que se metiera, como ustedes lo hacen, con la cúspide del poder.
Tengo taquicardia porque a pesar de que estoy acostumbrado, como periodista, a que me digan hasta lo que no de ciertas figuras, una cosa es la información y otra ver semejantes barbaridades multiplicadas por el infinito poder de la ficción.
Aquí va a pasar algo muy fuerte en términos políticos y sociales porque ninguna de nuestras autoridades se puede quedar callada ante esas escenas y, si se quedan calladas, peor.
¿Por qué? Porque el que calla otorga. ¿En verdad todas las instancias mencionadas en su proyecto les van a dar la razón con su silencio?
Estoy aterrado. Si ustedes querían iniciar algo parecido a una revolución con su trabajo, ¡bravo!, tienen todo para conseguirlo.
Ahora solo falta que las multitudes lo vean y que sepan ir más allá de la aparente obviedad de que los personajes protagónicos de esta gran historia sean el Presidente de la República y la primera dama.
Si lo consiguen, todos ustedes habrán logrado trascender y llevar la televisión a donde jamás había llegado.
Y no estoy hablando únicamente de México. Lo que ustedes han hecho va a conmover a los mercados globales y va a remover las heridas de muchísimas cuestiones tan delicadas como el caso Ayotzinapa.
Estoy convencido de que más de una persona va a exigir explicaciones después de ver completa su serie. No hay manera de no hacerlo.
Ingobernable no es un acto de valor, es un grito de guerra. Ahora entiendo muchas cosas que se han estado diciendo de ustedes. ¡Pues cómo no si van directo al grano! ¡Cómo no si no tienen pudor para decir lo que dicen!
Quién sabe cómo le hicieron para tener a la inmensa Kate del Castillo en escenarios mexicanos cuando es de todos sabido que la señora no puede, o que no podía, entrar al país.
Pero su trabajo es espectacular. Kate, que ha brillado como pocas actrices de su generación, aquí brilla como nunca en su vida, haciendo cosas que jamás había hecho, mostrándose con una libertad, con una fuerza y con una desinhibición admirable.
Si nadie le da un premio después de esos capítulos, yo voy, le compro un trofeo y se lo entrego.
Esta gran figura que, insisto, ya había pasado a la historia por otras colaboraciones, acaba de comprar, con Ingobernable, su boleto a la inmortalidad.
Pero no es la única que está increíble. Me pongo de pie para ovacionar a Erik Hayser, Eréndira Ibarra, Alberto Guerra, Aída López, Marco Treviño, Álvaro Guerrero, Alicia Jaziz y a todos los demás actores, directores, escritores y productores.
¡Lo consiguieron! ¡Realmente lo consiguieron!
¿Qué? Mandar un mensaje muy específico, muy fuerte en términos empresariales, porque para nadie es un secreto que ésta es su primera gran aportación después de haber perdido a algunas piezas clave de su compañía.
Argos, su casa productora, está viva, más viva que nunca y a las pruebas me remito:
A diferencia de otras emisiones mexicanas respaldadas por Netflix, Ingobernable es perfecta
a nivel industrial. Ustedes la ponen al lado de House of Cards, Orange is The
New Black y Stranger Things, y van a encontrar la misma corrección de color, la misma corrección de audio.
Eso los pone en una posición increíble dentro de los mercados globales y, lo más interesante de todo, con un formato nuevo.
Porque su serie no es precisamente una serie, pero tampoco es una teleserie, superserie, serienovela o telenovela.
Ahora sí que es un formato distinto, orgullosamente mexicano, que seguramente más de una potencia les va a querer comprar o copiar porque lo puede gozar lo mismo el público que ama los melodramas que el que no se pierde lo mejor de las series internacionales solo que sin caer en mutaciones. ¡Funciona!
Por favor cuídense mucho, váyanse del país. Mañana va a arder Troya por su culpa y no me quisiera ni imaginar las consecuencias que un ejercicio dramático de este tamaño pudiera llegar a tener en toda nuestra nación.
Ingobernable es magnífica, eso ya lo saben, pero yo estoy preocupado por ustedes, por su seguridad, por su vida.
Hay un punto en que la televisión se mete al cerebro y se enquista para provocar las más profundas transformaciones. Ustedes llegaron a ese punto. ¡Qué bárbaros! ¡Felicidades! Ahora corran. Sálvense. Atentamente, Álvaro Cueva, crítico de televisión desde 1987.