LA FAMILIA QUE NUNCA
Unos 6 mil aficionados presenciaron la práctica de Cruz Azul en el estadio 10 de Diciembre; al final reinó el caos
Ahí, en Ciudad Cooperativa, Cruz Azul nunca estará solo. La familia nunca abandona y ese es el mensaje que siempre se lleva La Máquina cada que visita su lugar de origen. Y es que no importa que el equipo pocas veces se asome a este sitio que le vio nacer en 1927 o que los malos resultados lo hayan marginado de las últimas cinco Liguillas, o que en este mismo torneo las cosas tampoco caminen de buena manera. La afición se lo perdona todo.
En este poblado, donde se encuentra la matriz de La Cooperativa Cruz Azul, La Máquina dio sus primeros pasos. Luego se mudó en los años 70 a la Ciudad de México, pero nunca ha renegado de los orígenes hidalguenses. Cada visita, que no son muy frecuentes, rompe la monotonía de Ciudad Cooperativa. La cementera y el equipo son todo y lo configuran todo.
LA PASIÓN Y EL CAOS
No es extraño que la gente se arremoline para ver a sus ídolos. Que lleguen desde dos horas antes de la cita (12:00) para empezar a ocupar las gradas del viejo estadio 10 de Diciembre. Son casi 6 mil que pagaron un boleto para presenciar el entrenamiento.
No exigen más, pues la última ocasión que Cruz Azul jugó aquí un partido oficial, éste terminó en bronca (ante la porra de Querétaro, Apertura 2013). En los últimos siete años son pocas las ocasiones que el primer equipo se asoma por estos lares.
Por eso los aficionados aprovechan estos escasos eventos para acudir. Quieren ver en vivo al equipo que hace algunas décadas dominó el futbol mexicano, que ahora tal vez sufre la peor crisis de su historia, pero no importa, ellos son parte de su identidad.
Christian Giménez, el último ídolo, termina de dar un mensaje y el caos comienza. Las ganas no se pueden contener y jóvenes y niños saltan de las gradas para pescar algún autógrafo de los jugadores.
El más buscado es el Chaco, pero por igual envuelven a canteranos como García Sancho, Kevyn Montaño y Rosario Cota. La seguridad se ve rebasada. La gente corre de un lado a otro, sin afán de agredir, solo quieren un poco de alegría, de cariño…
Ha llegado el momento de terminar con este caos y se da la orden que todos los jugadores deben ser llevados al vestidor, como sea. Los elementos de seguridad se hacen presentes, pescan a los futbolistas y se los llevan entre la marabunta de aficionados, a empujones si es posible. La gente no termina de correr de un lado a otro, las opciones se les terminan y tal vez pase algo de tiempo cuando tengan una nueva oportunidad de estar con sus jugadores, así de cerca.
“ES UNA FAMILIA”
Y antes de que reinara el caos, Christian Giménez dio un discurso a la mitad de la cancha. Nadie mejor que el Chaco, el elemento más emblemático de este Cruz Azul, al que la afición reconoce y le da el estatus de ídolo.
Elocuente como pocos jugadores, Christian emplea dos minutos para agradecer el apoyo eterno que siempre encuentra Cruz Azul en este lugar. No escapa de la autocrítica y por eso también ofrece disculpas.
“Les debíamos esta visita, la verdad es que estamos muy emocionados y nos gustaría venir más seguido, pero por diferentes circunstancias no se puede. Sabemos que están en las buenas y en las malas, y siempre nos apoyan, así que lo mínimo que les podemos dar es un autógrafo o una foto y decirles a todos: gracias a todos por el apoyo incondicional, esto más que un club es una familia”.
Tal vez al Chaco le quedan pocas visitas más como jugador, pero lo cierto es que es de esos elementos que dejarán su huella, pese a atravesar los momentos más difíciles d d d l s s g m a
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