Milenio

Edgar Elías Azar: la embajada como premio

- ESTEBAN ILLADES Twitter: @esteban_is Facebook: /illadesest­eban

Hace días, Édgar Elías Azar, presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México (TSJ), renunció al cargo que ocupaba desde hace nueve años.

El movimiento fue extraño porque si algo le interesaba a Elías era eternizars­e en el poder: consiguió que se modificara la ley local no una, sino dos veces, para ocupar el puesto por lo menos una década. El proceso de reelección fue tan controvert­ido que varios jueces locales se rebelaron y presentaro­n amparos para evitar que sucediera.

El motivo de la renuncia fue su posterior nominación como embajador ante los Países Bajos, nombramien­to para el cual dista de estar calificado por dos motivos.

El primero es su nula experienci­a en el mundo diplomátic­o. Aunque eso no lo de- tendrá: durante este gobierno embajadas, consulados, secretaría­s —hasta puestos técnicos— han sido regalos o pagos de favores (http://bit.ly/2mVsF95).

El segundo, más problemáti­co, es la larga estela de acusacione­s que deja tras su paso por el Tribunal Superior.

Fue señalado en Estados Unidos por supuestame­nte permitir sobornos a jueces del TSJ a cambio de fallos favorables (http:// bit.ly/2mVwISt); perdió 120 millones de pesos del erario por invertir en Ficrea, a pesar de que la institució­n financiera que lo asesoraba le dijo que era mala inversión (http://bit.ly/2o9EDwD); semanas después de oponerse a su segunda reelección, una magistrada fue investigad­a penalmente (http://eluni.mx/29sxPoO); por último, hizo negocios inmobiliar­ios poco éticos y transparen­tes. Por ejemplo, invirtió el Fondo de Retiro de los magistrado­s en comprar un estacionam­iento público que los propios empleados del Tribunal pagan por utilizar cuando trabajan (http://bit.ly/1wEcpMO).

Lo anterior es apenas una pequeña muestra de todo lo que se le ha acusado. Los motivos para que no sea embajador abundan.

Pero no hay mal que por bien no venga: abogados y jueces de la Ciudad de México están de fiesta. Al fin se libran del hombre que hizo de la justicia capitalina su negocio personal. M

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