Milenio

CON SU SEUDÓNIMO BENJAMIN BLACK PUBLICA EN ESPAÑOL LAS SOMBRAS DE QUIRKE “Los seres humanos me aterroriza­n”: John Banville

El escritor irlandés dice a MILENIO que el actual “es un mundo horrible. ¿Cómo podríamos entonces vivir aquí si no nos mintiéramo­s a nosotros mismos?”

- Carlos Rubio Rosell/Madrid

Dice el escritor irlandés John Banville que el mundo le aterroriza: “Se parece tanto a lo que pudo ser en los años treinta del siglo XX: crisis financiera seguida de un gran resentimie­nto y la pérdida de confianza en la política de los parlamento­s. Son malos tiempos. Hace diez años uno no podía imaginar a un candidato presidenci­al de EU conspirand­o con Rusia. ¡Y el brexit es un desastre!”, exclama.

Tal vez esa sea una de las razones por las que el médico forense Quirke, protagonis­ta de una saga de novelas que Banville firma con el seudónimo de Benjamin Black, siempre se siente mal y parece estarse recuperand­o de una resaca. “Es infeliz de forma natural”, asegura Banville en entrevista a MILENIO, y añade que en la nueva entrega de su saga, titulada Las sombras de Quirke, su antihéroe se enamora por primera vez en su vida, “¡y de una siquiatra!”.

El ganador del Premio Príncipe de Asturias 2014 vuelve al tema del robo y venta de bebés, lo que “se debe a que creo que es uno de los grandes crímenes de nuestra historia, y sigue habiendo nuevas revelacion­es. La semana pasada descubrier­on 800 cuerpos de bebés enterrados en los terrenos de un convento en el centro de Irlanda. Parece que es algo que nunca termina”.

Banville asegura no saber cómo acaba trazando a sus personajes: “No tengo más control de esto que el que tengo de mis propios sueños. Por ejemplo, no sabía que Quirke acabaría enamorándo­se de esa mujer; no sé de dónde viene esa mujer. Es una gran ficción. Yo escribo para saber más. Y el resto es todo un misterio. Creo que los escritores nunca aprendemos a vivir y tenemos que inventar historias y mundos para poder vivir”.

Precisa: “Los escritores somos caníbales: consumimos personas. He visto a gente que se sienta a hablar conmigo y de pronto pienso que podría ser parte de un personaje. Sin embargo, nunca pongo a una persona entera en un libro. Uno toma cosas de una y de otras. Hacemos una especie de monstruos de Frankenste­in a quienes de repente les golpea un rayo y empiezan a moverse. Pero son todos monstruos, mis pequeños monstruos”.

En Las sombras de Quirke se aborda la corrupción y la avaricia de los poderosos. Al respecto Banville dice: “Caminamos por el mundo dormidos, sonámbulos, e imaginamos que la gente es buena, que nos cuidan, que somos amables. Pero en otro mundo, la gente no piensa igual, y puede decirte de repente que tienes una cara horrible. Así que vivimos en dos mundos para tolerar la vida. Lo único que hace que la vida sea manejable es la debilidad de la imaginació­n. Si cualquiera de nosotros por un segundo piensa y siente la cantidad de dolor que hay en el mundo en este preciso momento, nos moriríamos de ese dolor, porque mientras hablamos o leemos tranquilam­ente, hay gente que está siendo torturada, violada, asesinada. Es un mundo horrible. ¿Cómo podríamos entonces vivir aquí si no nos mintiéramo­s a nosotros mismos?”.

Añade que, tras nacer en 1945, el momento definitori­o de su vida fue cuando empezó a darse cuenta del Holocausto: “Pensé que mientras estaba en el útero de mi madre había gente que estaba siendo masacrada como ratas. Nunca pude superar eso y nunca lo podré superar. El mundo, los seres humanos, me aterroriza­n. Somos capaces de hacer cualquier cosa dependiend­o de las circunstan­cias”.

Cuenta que es un obseso perfeccion­ista: “Es una especie de enfermedad. Es horrible. Antes de que llegaran las computador­as y los procesador­es de textos, me obsesionab­a con tener páginas perfectame­nte ajustadas a los lados, y si me equivocaba tiraba la hoja, así que podía consumir 20 o 30 páginas antes de conseguir que el texto quedara bien ajustado en la página. Después, cuando llegaron las computador­as, pude hacerlo para las novelas de Benjamin Black, aunque para Banville sigo teniendo la necesidad del papel, su resistenci­a. Para ello uso unas libretas hechas a mano”.

Esa obsesión penetra el lenguaje y las palabras: “La meta es hacer que el lector sienta que no hay nada entre él y el mundo que se está describien­do en la lectura. No quiero que se admire el idioma, sino que sea exacto. Nunca he escrito una frase que no entienda un niño de siete años. Puede que no entienda las implicacio­nes, pero sí entenderá el texto. A mí me gusta la claridad. Eso es lo que busco, la palabra adecuada”.

El autor comparte la dualidad de Banville y Black en la vida real: “Siempre me ha fascinado la dualidad, los gemelos. Vivo vidas dobles, sí, es algo extraño que no entiendo. Creo que estoy enfermo y siento la necesidad de hacerme real a través de vivir dos vidas. En el plano literario, cuando escribo como Black lo hago de forma rápida y veloz, me resulta interesant­e crear personajes y los diálogos. Y cuando escribo como Banville no me interesa para nada el diálogo. En los libros de Banville nadie se comunica. Banville intenta hacer poesía”. M

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Autor de la saga de un médico forense; ganó el Premio Príncipe de Asturias en 2014.
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