Aumentar el predial, ¡una gran oportunidad!
José Antonio Meade, secretario de Hacienda, ve con buenos ojos subir el impuesto predial. Su argumento lo basó en que “(…) es uno de los impuestos en los que México está rezagado. Sería una importante fuente de ingresos (públicos) y detonaría un incremento del desarrollo urbano (…)” (MILENIO Diario, 15/III/17). En México se recauda, por ese concepto, 0.2 por ciento del PIB nacional. En contraste, en América Latina el promedio es 1.7, en Estados Unidos 3.2 y en Inglaterra 4.2 por ciento de sus respectivos PIB (El Economista, 15/III/17). Meade, sin embargo, sugiere esa posibilidad en uno de los peores momentos que vive el país, de manera imprudente y como un posible nuevo agravio a la sociedad. ¿Fue insensible el señor Meade a la protesta que siguió al gasolinazo de principios de año? ¿Quiere desatar una revuelta en un año crucial de elecciones locales (Edomex) y en vísperas de una reñida elección presidencial?
La posibilidad de instrumentar esa medida tributaria es reflejo de unas finanzas públicas enfermas. Se deduce que no existen los recursos necesarios para hacerle frente, entre otras cosas, a una política fiscal estadunidense (los impuestos fronterizos) que podría afectar, aparte de lo que puede ocasionar un TLC disminuido, al comercio mexicano con el país vecino. El incremento del predial sería una forma desesperada de hacerse de dineros que no dispone la hacienda pública nacional. Meade reafirmó su punto ante empresarios estadunidenses: “La posibilidad de crear (un) plus necesario sería mediante el alza de otros impuestos, en este caso el predial”. (La Izquierda Diario, 17/III/17).
La prudencia no ha acompañado a esta administración presidencial. Tomar decisiones juiciosas es un indicador de buena gobernabilidad. Pero ese tipo de medidas son las que han escaseado en el transcurso de este sexenio y, por lo que se ve, no tienen para cuando acabar. Anunciar un probable aumento del impuesto predial generará más repudio y más incredulidad hacia un gobierno que se desgastó prematuramente. Y el solo hecho de anunciar esa posibilidad sería causa de irritación y descontento. Este año (2017 en relación con 2016) el impuesto aludido en CdMx tuvo un incremento importante. Año con año se ensancha paulatinamente. El desarrollo urbano, sin embargo, no se nota. Las calles siguen llenas de hoyos, el transporte público es muy deficiente y la inseguridad es un asunto irresuelto. Si esta ciudad capital sirve de ejemplo, el impuesto predial no mejora la calidad de vida de la urbe; sirve, tan solo, como medida recaudatoria.
Sería deseable conocer, si acaso se aprobase tan temeraria medida, cómo se cobraría el predial en las zonas rurales, en las comunidades ubicadas en las montañas. Cómo se diseñarían los aparatos burocráticos (más corrupción) para hacerla efectiva a nivel municipal. Por donde se vea es una propuesta absurda, no solo por el momento que vive el país, sino porque más bien parece una ocurrencia para encrespar más el ánimo social, para alimentar ese “mal humor” que transpira la ciudadanía. Es un impuesto contra la clase media. Sin embargo, para el secretario Meade es un área de oportunidad. M