RETRATO DE ARTISTA
Le llamaron la caja idiota. En alusión a la vacuidad de sus contenidos. La polémica refería además la diferenciación entre medio y mensaje. Sobre la supremacía del segundo. Teóricos de diferentes escuelas hablaron entonces de la televisión, inserta en los cambios y avances del mundo de mediados de los cincuenta del siglo veinte. En nuestro país el invento se arraigó pronto. Tanto que fue un mexicano quien remontó su versión anterior, en blanco y negro, al color de la realidad.
Rápido también la televisión se convirtió en boyante industria, en manos de los grandes capitales a su vez propietarios de otras ramas de la producción.
Aunque ahora algunos hablen de su crisis, ante la multiplicación de espacios alternativos como las redes sociales, mediante internet.
Es sobre ésta, la televisión, y acerca de uno de sus contenidos más exitosos, las telenovelas, que Odette María Rojas Sosa (Ciudad de México, 1985) entrega al lector una visión desenfadada en acento novelístico con la recién premiada Retrato del artista decadente (14 Premio Internacional de Narrativa, convocado por la editorial Siglo XXI y el Colegio de Sinaloa).
Resulta que el púber Lorenzo Valle se adentra en los laberintos de la industria televisiva del México de los años 60, bien retratado en las descripciones de la autora, para forjarse una carrera.
“—No te apures m´hijo. El futuro es la televisión y tú ya estás ahí”.
De la mano de una abuela astuta (Doña Lola), Lorenzo prolongará su vida personal y artística representando los papeles que un codicioso productor le asigna. Siempre en el esquema telenovelesco, que desde sus comienzos apostó por la recreación de la vida cotidiana, luego del agotamiento del desarrollo estabilizador.
“—No te preocupes, m´hijo ya nomás tienes que aguantar esto un rato porque estoy segura que dentro de poco vas a salir en la tele y la gente va a sufrir con tus lágrimas”.
Puede que las maneras utilizadas por Rojas Sosa para contar la historia de Lorenzo (de la televisión, de las telenovelas) no tengan grandes elaboraciones narrativas. Que no sea ése el objetivo principal de su novela. Tarea más bien para un estudioso del medio y el mensaje o de autores de novelas totales.
Al margen de ello, Retrato del artista decadente nos traslada a las geografías del melodrama (Gutierritos) y la ilusión (Cachirulo). Al de las posteriores (eternas) devaluaciones y crisis que hemos tenido que vivir los mexicanos nacidos después de los 50.
Al país atrás de las telenovelas, el de la pobreza y la injusticia, donde siempre habrá los consabidos personajes clásicos: “la buenona que mataba de envidia a todas las vecinas, el viejo rabo verde, el ricachón amarrado y otros por el estilo”.
Olvidados los éxitos, ya en los noventa, Lorenzo volverá a las telenovelas. Solo que ahora a representar el papel de sí mismo, decadente, Retrato del artista desde la llamada caja idiota donde todo “se ve reterreal, hasta parece que pudiera uno tocarlos”.
(Rojas Sosa, historiadora, es también ganadora del Concurso Punto de Partida de la UNAM, en su género Cuento, y en tres ocasiones del Concurso de Cuento Histórico de la Universidad Iberoamericana). m