RUVALCABALLUIS, LAZOS SONOROS
Tenía seis años cuando su madre le preguntó: “¿Te gustaría tocar el piano?”. Emilio Lluis respondió: “Claro que sí, me gustaría mucho”. Sin saber que su futuro estaba por decidirse, fueron a casa de la maestra Carmela Castillo Betancourt y acordaron que tomaría clases con ella.
El domingo pasado al mediodía, el pianista dedicó su concierto con el chelista Iñaki Etxepare en el Alcázar del Castillo de Chapultepec a Eusebio Ruvalcaba, escritor fallecido a principios de febrero, a quien conoció precisamente en sus clases de piano. Con un tono de amable contador de historias, entre obras de Beethoven y Saint-Saëns, recordó su encuentro con un gran instrumento: “Yo tenía lista una piececita y la maestra Carmela me llevó a un piano Steinway igual a éste, que fue comprado por Porfirio Díaz en 1911, aunque el de la maestra era de 1906. Cuando lo toqué fue una sensación maravillosa... Por eso estoy en la música”.
Lluis rememoró los conciertos de Carmela Castillo con la Orquesta Sinfónica Nacional y con su esposo, el violinista Higinio Ruvalcaba: “Estas dos personas, grandes artistas, fueron los papás de Eusebio. Doña Carmela nos daba clase juntos y luego nos íbamos de recreo a la azotea de su casa para jugar. Convivimos durante muchos años”.
El pianista habló sobre la difícil situación de ser hijo de dos grandes músicos, como fue el caso de Eusebio: “Un día me dijo que tocó una nota, por decir, fa, y se oyó la voz de don Higinio a lo lejos: ‘¡Es fa sostenido!’. Entonces Eusebio le replicó: ‘¡No, papá, es fa!’. A lo que el padre respondió: ‘No, es fa sostenido. Es como si fuera un error en el periódico: ¡si está mal escrito, lo corriges!’. Me contó que esa actitud de su papá lo frustró y dejó a un lado la cuestión pianística”.
Pero Ruvalcaba no dejó la música pues, como dijo más adelante Lluis, Eusebio se dedicó a la música a través de su escritura, tanto en poemas como en relatos y artículos periodísticos: “Tuve el gusto de que me dedicara varios de sus poemas. Juntos organizamos varios homenajes a su mamá y a su papá. Un buen día me dijo que iba a presentar un libro sobre Mozart en la Sala Carlos Chávez y me pidió que tocara el piano. Toqué dos sonatas, pero ¡acompañado por una bailarina!”.
Emilio Lluis compartió con el público esta relación de amistad que fue cimentada por los lazos sonoros. El pianista también afirmó que “la música siempre estuvo presente en Eusebio. Era un conocedor extraordinario, sobre todo de la música de cámara. Este concierto, estoy seguro, le habría encantado”. m