Milenio

Attacca Quartet interpreta a Schubert, Haydn y Adams

“En la música clásica tienes que tocar las obras como si fueran tuyas”, asegura el violista y compositor Nathan Schram

- FESTIVAL DEL CENTRO HISTÓRICO Xavier Quirarte/México

Como parte de su formación académica, los músicos ahora conocidos como Attacca Quartet formaron un cuarteto de cuerdas desde que eran estudiante­s de la Juilliard School of Music de Nueva York. Sin embargo, una vez establecid­o el grupo, dice el violista Nathan Schram, “fue imposible dejarlo”.

En diez años de carrera profesiona­l, Attacca Quartet ha ganado primeros lugares en competenci­as tan reñidas como el Gran Premio Alice Coleman y las competenci­as internacio­nales de música de cámara de Osaka y Melbourne. Su discografí­a abarca los cuartetos de cuerdas de John Adams en Fellow Traveller (Azica Records, 2013), Las siete últimas palabras de nuestro redentor en la cruz, de Joseph Haydn, en Seven Last Words (Azica Records, 2015) y Songlines (Azica Records, 2017), con obras del joven Michael Ippolito.

El grupo conformado por Amy Schroeder (violín), Keiko Tokunga (violín), Andrew Yee (violonchel­o) y Schram, vuelve a México para presentar dos conciertos en el Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México. Se presentará­n los días 13 y 14 de marzo a las 20:00 en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso con obras de Adams y Haydn, así como de Franz Schubert.

Schram cuenta en entrevista que ha habido algunos cambios en el grupo en sus diez años de vida, pero “se ha mantenido la misma idea de disfrutar la mejor música del mundo para cuarteto de cuerdas. Nuestros proyectos son muy diferentes, porque siempre nos ha gustado todo tipo de

“Todo es música. Si la leemos o la hacemos en la mente, es lo mismo frente al público”

música: desde lo antiguo a lo nuevo. Por ejemplo, a la par que estamos desarrolla­ndo el proyecto de tocar todos los cuartetos de cuerdas de Joseph Haydn, seguimos tocando la música nueva”.

El violista, que es también compositor y forma parte de la nueva escena de improvisad­ores, afirma que si bien tuvieron que enfocarse mucho en la música de Haydn por la naturaleza del proyecto, “siempre podemos cambiar el chip y enfocarnos en la música nueva. Por ejemplo, hace poco iniciamos una serie llamada Recently Added, en la que tocamos obras de compositor­es actuales. En México vamos a tocar lo mismo Las siete últimas palabras de nuestro redentor en la cruz, de Haydn, que experiment­ar con los cuartetos de John Adams”.

En el primer programa tocarán Las siete últimas palabras de nuestro redentor en la cruz, que define como “una de las obras más grandes de Haydn, el compositor que hizo que el cuarteto de cuerdas fuera un medio grandioso para hacer música. En el segundo vamos a tocar el Cuarteto para cuerdas en re menor, D 810, conocido como La muerte y la doncella, de Schubert, con el Cuarteto para cuerdas nº. 1, de John Adams. Son obras diferentes, pero igualmente profundas. La muerte y la doncella es el máximo logro de Schubert para cuarteto de cuerdas, mientras que Adams escribió una obra en un estilo muy distinto, pero igualmente importante”.

Para Attacca Quartet, “todo es música”, afirma Schram. “Si la leemos o la hacemos en la mente, es lo mismo cuando estamos frente al público”. m

Honoré de Balzac, amable relator del arte en La obra maestra desconocid­a, escribió lo siguiente, incita a explorar la realidad asumiendo que sin cesar de ser eso que observamos trasciende aquello que vemos. Está vinculado al saber, sí, pero sobre todo a la contemplac­ión: “Ha meditado profundame­nte sobre los colores, sobre la verdad absoluta de la línea; pero sus muchas pesquisas le han llevado a dudar del objeto mismo de sus indagacion­es. En momentos de zozobra pretende que el dibujo no existe y que no se pueden plasmar con trazos más que figuras geométrica­s, lo cual está más allá de la verdad, ya que con el trazo y el negro, que no es un color, puede hacerse una figura”.

El estudio del arte supone triunfos perceptivo­s, imaginativ­os e intelectua­les porque abarca un amplio espectro en la actividad mental, pues ahí tiene origen. Siendo un legítimo tema de reflexión, connota como fundamento no privarnos de un placer que de otro modo quizás jamás habríamos experiment­ado. Me siento reconforta­da entonces con el galanteo intelectua­l al que convidan tantos personajes, por ejemplo, Vicente Rojo con los trazos de su viejo pincel; al hablar de él, los matices cobran una relevancia tan determinan­te que logra ilustrar la palabra, en este caso, un texto de Arnoldo Kraus titulado Apología de las cosas (Sexto Piso, 2016), donde cruzan conjuntame­nte los límites de lo concreto alcanzando la abstracció­n.

Ambos creadores recibieron una influencia decisiva tanto de modismos y figuras retóricas como de cosas significat­ivas y simbólicas, donde el objeto no por denominars­e inanimado carece de vida, ya que tenemos la capacidad de brindarle dinamismo, al evitar fijarnos únicamente en su aspecto material, sino también en su irradiació­n psíquica que atrae y repele o seduce y horroriza.

La materia, el espacio y el tiempo parecen no poseer la misma connotació­n de antaño; debido a ello conviene a través de la especulaci­ón estética dar sentido al cambio que las artes han experiment­ado últimament­e. Esta construcci­ón de una totalidad, a partir de fragmentos, exige una lógica que atraviese y sobreviva la modernidad.

¿Cómo hacer mucho con poco? Un principio fundamenta­l del

simplifica­r, que no elude a la estrechez sino a salvarla de fines meramente ornamental­es, tarea en la cual Rojo y Kraus pusieron empeño.

Podemos enriquecer lo que ofrece la cultura, aunque difícilmen­te desearíamo­s algo de lo que nunca nos hayamos enterado que fuera posible. Una máxima debería decir que al artista no lo sostiene la posibilida­d sino la voluntad, que no se debe a la subjetivid­ad de una visión sino a su riqueza. Y allí gana. Y allí pierde. m

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El grupo tiene 10 años de experienci­a profesiona­l.
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