Cómo desgraciar un buen programa de televisión
Ya no voy a ver Cocineros mexicanos en Azteca 13. Me perdieron. Lo siento. Ya no puedo más.
Estoy harto de padecer la porquería inmunda en la que se ha convertido este concepto, de que todas las semanas nos salgan con un cambio diferente, de que a los televidentes nos traten como si fuéramos idiotas.
Prefiero mil veces ver la repetición de una telenovela en Las Estrellas que perder el tiempo ahí.
¿Qué fue lo que les pasó? ¿A poco se les subió por haber cambiado de Azteca 7 a Azteca 13?
Cocineros mexicanos era una versión nacional de Cocineros argentinos, en donde un muy diverso grupo de expertos en gastronomía convive mientras prepara recetas para los espectadores.
Ahora no, ahora Cocineros mexicanos es el programa de un señor llamado Toño que tiene a un enjambre de chachas diciendo albures, moviendo las nalgas y copiándose las dinámicas de Venga la alegría.
¿Para eso mandaron a Omar Fierro al canal a+?
Cuando menos Omar es un señor guapo, educado.
Toño podrá ser el mejor chef del mundo, pero a cuadro es un cavernícola que como no se sabe expresar, todo lo quiere resolver haciéndose el chistoso.
El resultado es horrible porque este hombre tiene un sentido del humor de lo más corriente y porque aquello ya no es un show de cocina, es un programa de revista. Si yo quisiera ver un programa de revista, pondría un programa de revista, no Cocineros mexicanos.
Y si los responsables de este proyecto nos están vendiendo un programa de cocina y nos dan uno de revista, están engañando a las audiencias y eso sí que no se vale.
La cocina es sagrada, y tiene éxito y vende. Si no me cree, voltee a ver los espacios del chef Oropeza y del chef Yogui en Hoy.
El público los ama y los anunciantes, más.
¿Cuánto público tiene Cocineros mexicanos donde dejan las recetas a medias para ponerse a cotorrear y a bailar?
¿Cuántos anunciantes tiene este Show de Toño con ese tono tan vulgar? ¡Cuántos!
Y eso que Hoy no es precisamente el programa de revista que México esperaba. ¡Imagínese si lo fuera!
Se me cae la cara de vergüenza con la señora Ingrid, una de las conductoras, que se nota que es una dama, y con José Ramón Castillo que también sale por ahí y que no sólo es una luminaria indiscutible de la televisión internacional, es uno de los máximos orgullos de la gastronomía mexicana.
¡Pero de qué sirve tenerlos ahí si no los dejan hablar!
Ya no lo voy a ver. Me perdieron. ¿A usted no?
Televisa
Ya no voy a ver Sábados de box en Canal 5. Me perdieron. Lo siento. Ya no puedo más.
Estoy harto de padecer la cochinada maldita en la que se ha convertido este concepto, de que todas las veces que lo veo me dé sueño, de que a los televidentes nos traten como si fuéramos idiotas.
Prefiero mil veces ver Box Azteca en Azteca 7 que perder el tiempo ahí.
¿Qué fue lo que les pasó? ¿A poco se tragaron ese cuento de que son una tradición? ¡Por favor!
Sábados de box es el nombre con el que se conoce a las peleas que Canal 5 pasa los fines de semana.
Se supone que son muy buenas y no lo dudo. La bronca es que están en mano de unos viejitos que hacen que uno las odie porque no se integran ni con los comentaristas jóvenes que aparecen a su lado, ni con las audiencias ni con nadie.
Mientras que los señores de Azteca 7 hacen equipo, se llevan increíble y manejan un ritmo bárbaro, los ancianos de Canal 5 trabajan para ellos mismos, para su ego, lento. ¡Y pues no!
El problema no es la edad. A usted le consta que hay gente muy madura en los medios trabajando con un dinamismo que ya lo quisieran las nuevas generaciones.
El problema es su egoísmo, suponer que las audiencias de menos de 50 años los van a adorar nada más por su experiencia y pues no, hay que abrirse, hay dar oportunidades.
Ahí, por ejemplo, los que deberían llevar la batuta son los señores Leonardo Riaño, Ricardo López y Diana Ballinas.
Leonardo es tan bueno que no me extrañaría que lo llamaran de Azteca Deportes en cualquier momento.
Realmente le sabe, cae bien, maneja el tono que se tiene que manejar.
¡Hasta tiene sentido del humor! Va que vuela para líder.
Ricardo, por sus antecedentes, es el compañero que cualquier comentarista de box quisiera tener, es un lujo, y Diana engancha perfecto con los chavos y con las mujeres.