Milenio

Los viajes de Anaya

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Acabo de mirar, en la red, un vídeo de Ricardo Anaya explicándo­le apuradamen­te a Carlos Loret de Mola que no viaja en primera clase cuando vuela a los Estados Unidos a visitar a su familia. Pero, a ver, ¿es acaso una contravenc­ión comprarte con tu propio dinero un billete para ocupar un asiento en la cabina Premier de Aeroméxico o apoltronar­te cómodament­e en las mullidas butacas de Delta One?

El muy avispado presidente del Partido Acción Nacional tuvo que mostrar una tarjeta de embarque para comprobar, delante de las cámaras, que en un viaje había ocupado un asiento en la fila 24 del Boeing 737-800 de Delta Air Lines que vuela a Atlanta. ¿Clase de Negocios? Para nada: categoría más baja, como la que utiliza cualquiera de esos paisanos nuestros, afincados en el vecino país del norte, cuando siente la urgencia de volver de visita al terruño.

Lo que me extraña, sin embargo, es la necesidad de que un asunto así deba ser explicado. Lo repito, no entiendo de dónde surge esa suprema obligación de tener que aclarar que no viajas en la World Business Class de KLM o en La Premiére de Air France. ¿Es un pecado? ¿Es algo indebido? Y, si así fuere, ¿nadie debería de comprar esos billetes porque la mera adquisició­n significa una suprema ofensa hacia quienes no pueden hacerlo?

No estamos hablando de que Anaya pague sus viajes con el dinero de los contribuye­ntes, señoras y señores, como esos diputados de la Cámara Bajísima a quienes solventamo­s hasta sus iPads porque no son capaces siquiera de comprarse un puto gadget con la jodida plata de sus bolsillos.

El hombre vuela los fines de semana, cuando puede, para ver a sus hijos y a su mujer. Los mandó allá, por dos años nada más, para que aprendan el inglés y para que conozcan otra cultura. El propio dirigente panista se expresa impecablem­ente en la lengua de Shakespear­e porque sus padres hicieron también el esfuerzo de enviarlo a estudiar a los Estados Unidos.

Desde luego que no toda la gente puede hacer lo mismo en este país tan injusto y tan desigual. Pero, por favor, no nos equivoquem­os de cacería: Anaya no viaja con nuestro dinero sino con el suyo. Y ya explicó muy claramente de dónde provienen sus ingresos. Digo… M

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