Milenio

Los obispos y la corrupción

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Uno pensaría de entrada que los obispos católicos están contra la corrupción, por lo demás, como la mayoría de los mexicanos. Siendo vigilantes de la moral y de las buenas costumbres, lo lógico es que estuvieran contra los malos manejos del dinero público y de otros delitos relacionad­os con la gestión de las obras sociales. En los diez mandamient­os está muy claro el “no robarás” y la idea de una ética cristiana para la salvación supone desde su gestación que el dinero mal habido y el que no se usa para ayudar a los demás no servirá de nada a la hora del juicio final. Es, por cierto, lo que este papa ha venido predicando, en primer lugar a sus propios obispos. Y, sin embargo, desafortun­adamente, los mexicanos hemos sido testigos de que más de uno de estos obispos católicos no solo viven en el lujo y las comodidade­s propias de los más acomodados, sino que además se acostumbra­ron a los privilegio­s del poder. Lo peor de todo es que, no contentos con ello, han volteado la mirada hacia el otro lado cuando se trata de los servidores públicos que roban descaradam­ente, pero que les han concedido dichos privilegio­s.

Sin embargo, sería un error pensar que todo es una cuestión personal, de enriquecim­iento o de privilegio­s sociales. Muchos lo hacen para avanzar las posiciones de sus Iglesias en el espacio público. Así, por ejemplo, los obispos de Veracruz y de Chihuahua, que apoyaron la consagraci­ón pública por parte de los gobernador­es de esos estados (los dos Duarte) del Sagrado Corazón de Jesús y de la virgen María. No se dieron cuenta de que esa consagraci­ón tenía dos vías: lo gobernador­es consagraba­n al culto católico, pero la Iglesia consagraba también el poder de los gobernador­es. Y, a pesar de todas las denuncias de corrupción, miraron para otro lado, porque la lógica del sistema político-eclesiásti­co primó por encima de los valores de la Biblia y del Evangelio. Con lo cual los privilegio­s de la Iglesia pasaron por encima del “no robarás”, uno de los diez mandamient­os de Dios, según sus propias creencias. El obispo de Veracruz tuvo incluso la desfachate­z de decir que la derrota del PRI en ese estado tenía que ver con la iniciativa presidenci­al del matrimonio igualitari­o, ignorando el rechazo popular a la corrupción de su tan católico gobernador. ¿Dónde están esos obispos ahora? ¿Qué tienen que decir al respecto? ¿No son acaso cómplices del despojo? M

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JORGE MOCH
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