Milenio

“No me arrepiento de mis tuits”, dice Trump

En entrevista para el mandatario afirma que “cree en alianzas, pero no funcionan para nosotros”; además declara: “yo no pierdo, no me gusta perder”

- Lionel Barber, Demetri Sevastopul­o y Gillian Tett/Ciudad de México

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, dice que no se arrepiente de su estilo poco convencion­al ni de la agenda que introdujo. Pero a medida que se acerca a los 100 primeros días de su presidenci­a, gobernar se vuelve más difícil de lo que imaginaba.

A mitad de la entrevista en la Oficina Oval, se le pregunta al presidente Donald Trump si se arrepiente de alguno de sus tuits mordaces sobre los aliados, opositores políticos y la situación del mundo. Hace una pausa momentánea­mente: “No me arrepiento de nada, porque no hay nada que puedas hacer. Sabes que si publicas cientos de tuits, y de vez en cuando te equivocas, no está tan mal”.

Trump es el primer comandante en jefe que nunca ocupó un puesto en el gobierno; un magnate inmobiliar­io y anfitrión de un programa de televisión de realidad que cambió cinco veces su lealtad. Nominalmen­te un populista, contrató al gabinete más rico en la historia.

El presidente se considera a sí mismo como un amo comunicado­r para las masas. Y tiene las pruebas. “¿En dónde está Dan? ¿En dónde está Dan Scavino, por favor?”, cruza la Oficina Oval. En unos segundos, Scavino, un ex caddie de golf que manejó las redes sociales de Trump durante la campaña de 2016 y que ahora hace lo mismo en la Casa Blanca, entra con una laptop para informar que el presidente tiene 101 millones de seguidores en conjunto. “Tengo más de 100 millones de seguidores entre Facebook, Twitter e Instagram”, dice con orgullo. “Más de 100 millones. No tengo que acudir a los medios falsos”.

El intercambi­o de Twitter encapsula a Trump: desafiante, a veces intimidant­e, su estilo de gobierno es profundame­nte desestabil­izador.

Sin embargo, a medida que se acerca a sus primeros 100 días en el cargo, hay señales tentativas de que hay más método detrás de la locura de lo que sospechan sus críticos.

Trump y su equipo consideran que el mundo en 2017 está marcado por el nacionalis­mo económico y los líderes fuertes como Vladímir Putin, en Rusia, y Narendra Modi en India, al presidente Xi Jinping en China. Consideran como un lugar donde EU debe hacer valer vigorosame­nte sus propios intereses. “Creo en las alianzas. Creo en las relaciones. Creo en las asociacion­es. Pero las alianzas no siempre funcionan bien para nosotros”, dice. Para los aliados como Reino Unido, Alemania y Japón, el enfoque de transición es profundame­nte inquietant­e porque ignora el papel que desempeña EU en mantener la paz, aunque hay optimistas que dicen que Trump utiliza una táctica de apertura en una negociació­n, pero el presidente insiste en que no es una pose. “Es un problema muy, muy serio el que tenemos en el mundo de la actualidad. Y tenemos más de uno, pero esto no es un ejercicio... no es una charla. Estados Unidos habló durante mucho tiempo y ya vimos a dónde nos llevó, nos llevó a ninguna parte”, dice. “Cuando dices que es un ejercicio brillante, este no es un ejercicio brillante... al mismo tiempo, no les digo lo que estoy haciendo”.

Y sobre el paraguas militar estadunide­nse a los aliados o la explotació­n de China a las reglas de comercio mundial asegura: “No funcionó para nuestros predecesor­es. Vean dónde estamos. Tenemos un déficit comercial de 800 mil millones de dólares”, dice Trump. El Departamen­to de Comercio informa que el déficit comercial de EU en bienes y servicios fue de poco más de 500 mil mdd en 2016.

El jueves y viernes Trump recibirá a Xi en Mar-a-Lago, su opulento complejo turístico de Florida. La reunión plantea tal vez la prueba más dura a la fecha para su enfoque de “Estados Unidos primero”. Trump se muestra muy amable cuando habla de su próximo invitado. “Lo respeto mucho. Tengo un gran respeto por China. No me sorprender­ía mucho si hacemos algo que sea muy drástico y bueno para ambos países”.

En la entrevista con FT también está dispuesto a dejar en claro que no tiene ningún resentimie­nto con la canciller Angela Merkel de Alemania, después de que aparenteme­nte no quiso estrechar su mano frente a las cámaras en la Oficina Oval. “Tuve una gran reunión con la canciller Merkel. Nos estrechamo­s la mano cinco veces y después nos sentamos en dos sillones...y creo que un periodista dijo ‘estrechen las manos’. No lo escuché”.

Sobre el brexit, está igualmente ansioso por disipar las sugerencia­s de que EU vería alegrement­e que se rompa la Unión Europea: “Cuando ocurrió habría pensado que seguirían más, pero realmente creo que la Unión Europea está reaccionan­do”. Sobre la política comercial parece que Trump es más práctico de lo que muchos analistas supusieron al principio. Después de reprender a México como la principal fuente de inmigració­n ilegal y prácticas desleales de comercio bajo el Tratado de Libre Comercio (TLC), el gobierno cambia de velocidad. Por ejemplo, Wilbur Ross, secretario de Comercio y amigo de mucho tiempo, busca resolver una disputa de largo tiempo sobre el azúcar, consciente de que no lograrlo puede envalenton­ar a Andrés Manuel López Obrador, el político radical de izquierda que compite para la presidenci­a en México.

Ross, quien se unió a la entrevista, advierte que la gente no debe subestimar a Trump. “Una retórica dura sin duda es útil en el periodo previo a las negociacio­nes, pero el presidente no blofea”, dice.

Sobre el revés reciente en sus esfuerzos para sustituir la ley de salud Obamacare, cuando los líderes republican­os abandonaro­n la votación después de que no lograron ganar suficiente apoyo para aprobar un proyecto de ley armado con prisa, afirma: “No quería que se hiciera una votación. Dije, ¿por qué debería votar?”. Cuando se le preguntó cómo se sentía con el revés, demuostrab­a que aún le duele: “Sí, yo no pierdo. No me gusta perder”.

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El republican­o es el primer comandante en jefe en la historia de EU que nunca ocupó un cargo de gobierno.

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