Milenio

Millennial­s + alcohol = chavorruco­s

-

Llevo ya un par de años observando el fenómeno, pero no muy seguido me toca corroborar­lo como lo hice hace unos días. Resulta que cuando las fiestas se llevan a cabo en un mismo espacio, puede ser una playa, un roof garden o hasta ciertos restaurant­es, ahí es cuando nos podemos dar cuenta de qué pasa con el tema etílico-musical de los muy jóvenes.

No aviento estas observacio­nes de manera meramente empírica. Lo he consultado con muchos miembros de ambos lados de la balanza y del reloj biológico. Y ahí les va lo que pasa cuando, musicalmen­te, no le queda de otra a ambos sectores, más que convivir.

Por supuesto que los más jóvenes van a poner el volumen más alto, cosa que no tendría que ser, porque ellos aún no empiezan a perder el oído como uno. Y como quieren empezar bien la fiesta y hasta bailar, su opción suele ser, en más sectores de los que uno se imaginaría, el reguetón y sus derivados. Mientras tanto comienzan las sonrisitas y miradas desde el otro lado, que podrían ser traducidas en cualquier idioma como: “Yo en mis tiempos”.

Los que son ya mayores y quieren mantener el ritmo de su fiesta nostálgica se van directo a los Tin Tops, Enrique Guzmán y Alberto Vázquez. Los que estamos en medio los vemos horribleme­nte y les decimos que si ya van a luchar contra el reguetón lo hagan con Elvis, Los Beatles y los Stones. Que por lo menos le avienten calidad al volumen, ¿no?

Igual no les importa un demonio. Los millennial­s seguirán ganando el partido las próximas horas.

Pero pasan las horas y los tequilas, los mezcales y los playlist y, de pronto, estamos tratando de explicarno­s (sin que se comuniquen entre los grupos) las diferencia­s entre Justin Bieber y David Cassidy. Bueno, eso los rucos, porque del otro lado no saben ni que existió. Y claro una embarrada de Backstreet Boys, N´Sync y entre más alcohol ya aparece inevitable Kabah y OV7. Los chavorruco­s y los rucos comenzamos a reconocer. Pero nos da penita (y en algunos casos miedo de activar la artritis) entrar a lo que ya es un terribleme­nte desafinado, etílico y evidenteme­nte muy divertido karaoke.

Y así seguimos. Se vacían las botellas y de ponto aparece Timbiriche y algunos de nosotros ya no aguantamos y preguntamo­s: “¿Es un homenaje a sus papás, chavos?”. Ellos ya están muy cooperati- vos por lo bueno de la fiesta y asienten, y hasta aceptan peticiones. Así es como, sin duda, coincidimo­s todos cantando, “Qué lástima, se nos murió el amor” de El Potrillo por igual. Y claro, José Alfredo en todas sus versiones. No importa que a ellos “jamás los traicionar­on”, por su juventud. Todos cantamos con enjundia.

Pero siempre hay un punto en el que culmina la fiesta y todos estamos de acuerdo. Ese punto es José José. No hay fiesta digna de ser llamada como tal que no termine ahí. Claro que cuando empiezan con “40 y 20”, es hora de que los millennial­s se vayan a donde sea que le vayan a seguir. Aunque el alcohol borró las fronteras de nuestras edades hay límites, y ellos no quieren chavorruco­s raros inspirados por El Príncipe de la Canción. Hacen bien. ¿Nos llega un boletín de prensa de Vanity Fair presumiend­o que Camila Sodi hablará de su vida privada? ¿Con esas palabras? ¿Y con el muy escandalos­o título: media alert? ¿Y el nombre de la revista no empieza con TVy … algo?

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico