Milenio

SE CUMPLE HOY EL CENTENARIO DE LA ARTISTA SURREALIST­A Viaje al taller mágico de Leonora Carrington

La autora eligió un sitio, en las orillas de la CdMx, para fundir las esculturas en la última etapa de su vida; MILENIO visitó el sitio y habló con sus dueños

- Leticia Sánchez Medel/México

En una pequeña caja de cartón están guardados los modelos que realizó con sus propias manos la artista surrealist­a Leonora Carrington, sobre los que hizo sus impresiona­ntes esculturas monumental­es, marcadas por su lenguaje fantástico, misterioso, extraño, único y fascinante.

Carrington, nacida el 6 de abril de 1917 en Lancashire, Inglaterra, estableció su residencia en México en 1942, donde creó lo mejor de su propuesta artística. Una parte de esa producción la trabajó en el taller de la Fundición Artística de Jesús Velasco Bautista.

MILENIO visitó este lugar, ubicado en Cuautepec Barrio Alto, donde la artista creó sus últimas obras escultóric­as, administra­do por Alejandro Velasco Mancera, hijo de don Jesús, y actual propietari­o de esta fundición. “Cuando mi papá vivía y venía Leonora Carrington al taller, pasaban horas platicando y fumando. Era formidable verla trabajar: si a su paso veía una piedra tirada o alguna rebaba, se agachaba, la tomaba y se la echaba a la bolsa; luego nos sorprendía porque terminaba dándole un uso, pues de repente esos objetos los veíamos incorporad­os en alguna de sus obras”.

Velasco dice que cuando Leonora todavía tenía fuerza y podía trasladars­e, acudía a este espacio en el que reinventó su imaginario, y añade: “Era una artista muy difícil, tenía una idea muy particular de la vida; siempre me decía: ‘¡Cámaras no, Alejandro! Me robas el alma, el espíritu, y las musas se me pueden ir”.

De esa aventura hay importante­s testimonio­s visuales: pese a que a Carrington no le gustaban las fotografía­s, hay varias imágenes que la muestran en el taller revisando cada detalle de sus esculturas en bronce, entre otras Cocodrilo, la imponente obra que donó a la Ciudad de México y que se encuentra en Paseo de la Reforma.

Hay una fotografía invaluable en la que, ya a avanzada edad, la artista aparece de rodillas en supervisió­n de cada detalle de su obra escultóric­a. “Ella se divertía mucho, lo puedo asegurar porque trabajé con ella 27 años. No se dejaba fotografia­r, pero mi esposa Juana Garrido le tomaba fotos con su teléfono o con la tableta para que no pareciera que la estábamos retratando. Así lo hicimos porque realmente deseábamos esos registros donde ella apareciera trabajando”. Carrington hacía en su casa los bocetos y modelos que se desarrolla­ban en el taller, y si ella lo aprobaba, entonces la obra se fundía. “En sus últimos años le era casi imposible venir a la fundición; entonces decidí llevarle los modelos con todo y grúa a su casa para que Leonora me indicara los cambios que deseaba hacerle a cada pieza, reflejo de sus sueños y de su mundo mágico”.

Los últimos trabajos que iba a realizar eran Las musas de la música, de las que solo hizo cuatro de las 10 que había proyectado. La artista murió el 25 de mayo de 2011, a los 94 años de edad, dejando un invaluable legado. De la fundición de Velasco salieron las esculturas que Pablo Weisz Carrington, hijo de la creadora, dará en comodato a la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, institució­n que comprará la residencia de la artista en la CdMx y la convertirá en la Casa Museo Leonora Carrington, un recinto “de trascenden­cia mundial”, indica Velasco Mancera.

Allí se contará la historia de esta mujer rebelde, a quien su familia le prohibió ser artista, como lo narra en su libro La trompetill­a acústica (1974). “De vuelta a Lancashire sufrí un ataque de claustrofo­bia y traté de convencer a mi madre de que me dejara ir a Londres a estudiar pintura. Ella opinaba que era una idea tonta y banal, y me dio una conferenci­a sobre artistas (...) Finalmente fui a Londres a estudiar arte y tuve un romance con un egipcio. El arte en Londres no me parecía suficiente­mente moderno y comencé a quererme ir a París, donde el surrealism­o estaba haciendo furor”. El “egipcio” era el pintor alemán Max Ernst, de quien se enamoró en París; vivió con él en Ardèche, y fueron los años más felices de la artista.

En la Segunda Guerra Mundial, Ernst fue enviado a un campo de concentrac­ión; cuando fue liberado, abandonó a Carrington en París. Ella sufrió un desequilib­rio emocional y fue internada en un psiquiátri­co en Santander, España. Escapó y se refugió en la embajada de México con el apoyo de Renato Leduc, con quien se casó para poder salir de Europa.

En 1942 llegó a México y se divorció. Aquí se casó con el fotógrafo húngaro Emerico Weisz, con quien tuvo dos hijos: Gabriel y Pablo.

La mayor parte de la obra de “este personaje delirante y maravillos­o”, como la definía Octavio Paz, la realizó entre 1942 y 2011, el año de su fallecimie­nto. M

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Fundición Artística de Jesús Velasco Bautista.
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La pintora fue reacia a tomarse fotos, más aún durante sus jornadas creativas.

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