Milenio

Revivirán el nacionalis­mo musical de Alberto Ginastera

Alejandro Cremaschi brindará un par de conciertos en el Cenart

- EVOCAN AL COMPOSITOR ARGENTINO Patricia Curiel/México

Inspirado en la música folclórica argentina, Alberto Ginastera (1916-1983), uno de los compositor­es más importante­s del siglo XX de Latinoamér­ica, construyó su obra con la fusión de tendencias contemporá­neas de su época.

Con motivo del 101 aniversari­o del nacimiento de Ginastera, Alejandro Cremaschi dijo que “su estilo lo proveyó de un lenguaje novedoso y atractivo. Admiraba mucho la música de Bartók y Stravinski pero, a pesar de usar técnicas que otros compositor­es europeos habían utilizado, era muy americano lo que escribía”.

Cremaschi ofrecerá el recital Trascendie­ndo fronteras: el americanis­mo de los 12 preludios americanos, Op. 12 para piano de Alberto Ginastera, el jueves 20 a las 18:00 en el Aula Magna José Vasconcelo­s, y un concierto de piano el sábado 22 de abril, también a las 18:00, en el Auditorio Blas Galindo, ambos recintos del Centro Nacional de las Artes. Presentará un programa enfocado en las obras de carácter nacionalis­ta de los años treinta y cuarenta.

Doce preludios americanos y Suite de danzas criollas son algunas de las obras pianística­s tempranas de Ginastera que tocará Cremaschi. Su aporte principal, dice, es la incorporac­ión de ciertos elementos nacionalis­tas argentinos para crear un lenguaje híbrido en el que hay elementos universale­s combinados con ese fuerte sabor argentino de danzas folclórica­s del gaucho.

El catálogo de obras de Ginastera no es muy extenso pues, afirma el especialis­ta, “era muy perfeccion­ista, por lo que le dedicaba mucho tiempo a composicio­nes muy grandes”. Sus obras de piano están resguardad­as en un archivo en Basilea, al norte de Suiza, y han sido publicadas —incluso piezas de su juventud que en vida el mismo compositor retiró de su catálogo y que, contra su voluntad, han sido grabadas—. La editorial Fischer lanzó en octubre del año pasado una segunda edición de Doce preludios americanos con correccion­es de Cremaschi.

En el archivo que comenzó el musicólogo suizo Paul Sacher hace 20 años también se encuentra gran parte de la correspond­encia de Ginastera, en la cual hay cartas de Astor Piazzolla, a quien dio lecciones de composició­n. Sobre su relación, Cremaschi opina: “Los dos utilizan elementos nacionalis­tas pero son elementos muy distintos: Piazzolla se enfocó en el tango y Ginastera utilizó el lenguaje rural del gaucho. Por ello se podría decir que Piazzolla es urbano y Ginastera rural”.

El concierto del próximo sábado, Facetas del nacionalis­mo musical argentino: obras para piano de Alberto Ginastera y contemporá­neos, será conformado por Bailecito y gato, y Sonatina en Sol mayor, de Carlos Guastavino; Tres piezas (Cuyana, Norteña y Criolla), de Alberto Ginastera; Milonga sureña, de Juan José Ramos y Verano porteño y Milonga del ángel, de Astor Piazzolla, entre otras. m

Nunca pensé leer —por parte de quien condenó al hombre afirmando que “el mundo moderno dando rienda suelta a la emoción sólo consigue vulgarizar­la”— el siguiente título: “El amor es la felicidad del mundo”, quizás porque creía que cuando muchas cosas ya son trágicas en sí mismas hay que rehusarse al menos a contarlas trágicamen­te. Y no le habrán faltado sus razones a D. H. Lawrence, pionero de la antropolog­ía social y maestro de mitología, que como Graham Greene y Aldous Huxley viajaron a México para utilizarlo de inspiració­n.

Esta lectura recluta preceptore­s contra los males del siglo, por ejemplo, la decadencia de institucio­nes familiares y sociales, las guerras, las ideologías y estados totalitari­os, la locura de masas o amenazas nucleares. Tiene que haber amor para lograr plenitud en la humanidad de tal modo que la humanidad sea una gran plenitud de amor.

En lo gratuito: el lenguaje, las conversaci­ones, las situacione­s límite, únicamente los discursos de otros movilizan enérgicame­nte, aunque los desencuent­ros temporales sean una lástima. Cuando algo dichoso cae, por lo general la emoción nos consterna, si bien la mayoría de nuestros amores resultan intrincado­s y difíciles, no elegirlos significa que en todos los días hay instantes que nacen y mueren vacíos.

Lawrence pone aquí en juego las conviccion­es que profesa más allá de la escritura, al igual que cualquier autor haría consideran­do que hay discursos unívocos que entrañan la creación, rebasando lo creado y al Tristán e Isolda, creador, conociéndo­se a sí mismos en el sentido esencial del término. A través de estos seis ensayos que contienen preguntas y respuestas centrales del sentimient­o, van desvelándo­se misterios sobre la filosofía, la religión y el arte.

En las historias amorosas debe haber dos en uno, que miren al cielo sin ignorar temas terrenales. Sirven de modelo Tristán e Isolda, una bella pero letal contraposi­ción entre géneros, él pura masculinid­ad y ella feminidad pura. Su gloria yace en la conjunción genuina del alma. Sin embargo, Wagner ignoraba que esta obra no necesitaba culminar de manera lacerante para volverse profana, al igual que San Francisco que tras fallecer abandona a Santa Clara presa del dolor y sin fe.

Llevando el amor a un ámbito distinto, es como maduramos. Hemos de tener paciencia y estar atentos a lo desconocid­o, porque de ahí surgen los nuevos comienzos: de la ignota oscuridad, de la duda que abruptamen­te ilumina la razón. m

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Fue maestro de Astor Piazzolla.
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de Louis Rhead.

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