Vale más enlodar que proponer
Por fortuna, las campañas electorales de este año serán cortas. El 5 de junio sabremos (¿?) quienes gobernarán Nayarit, Coahuila y el Estado de México. Su brevedad no impedirá, sin embargo, el lodazal que envolverá a los aspirantes y participantes. Nuestras elecciones, federales o locales, se enmarcan más en la descalificación y la calumnia que en la propuesta, signo inequívoco de nuestro magro desarrollo político. Los partidos y sus abanderados parten del supuesto erróneo que los ciudadanos de este país somos inmaduros. Por el contrario, podría afirmarse que en cada elección sube conscientemente el hartazgo contra todos aquellos actores políticos que intentan conseguir el voto no con una propuesta viable, sino con una dádiva aderezada con una descalificación: desde el tinaco, la despensa, la beca escolar pasando por el salario “rosa” para las amas de casa. Lo demás no importa.
Estas semanas venideras son un tiempo invaluable para redefinir el tono de las campañas. Que adquiera valor la propuesta. En el Estado de México, donde están puestos los ojos de los partidos y de la clase política, la guerra sucia se ha desatado. No se critica lo que diga y haga la candidata de Morena (Delfina), sino se le estigmatiza por la presencia y el discurso de López Obrador. No se considera que, en la entidad mexiquense, después de nueve décadas de hegemonía del PRI, sea la que encabece, a escala nacional, los rubros de extorsión, secuestro, feminicidios y percepción de inseguridad. Y, pese a ello, ese partido quiere seguir gobernando, “para el bien de los mexiquenses”. No se toma con rigor que la candidata del PAN prometa, sin bases, que combatirá la pobreza que implica, según ella, a uno de cada dos mexiquenses. Hay que recordar que ella tuvo un paupérrimo desempeño como secretaria de Desarrollo Social en el sexenio de Fox (2000-2006). En ese periodo presidencial, la pobreza aumentó.
La candidata de Morena es la Juanita de López Obrador y, por ello, no está a la altura de los comicios mexiquenses. Por ahora es un títere del dueño de ese partido, cuando en realidad no sabemos todavía cuáles pueden ser sus alcances. El candidato del PRI, un personaje de la alta alcurnia mexiquense se le descalifica por ser pariente del presiente Peña. La candidata del PAN, por su parte, se le imputa un sospechoso financiamiento del gobierno federal de casi mil millones de pesos (Juntos Podemos) para apoyar a los migrantes en Estados Unidos. Todos son argumentos que desautorizan; no ayudan a proponer. En medio de este “riguroso intercambio de ideas” es cómo transcurre un proceso electoral que de político tiene nada y de vituperaciones un exceso. La ciudadanía gana, por tanto, nada.
Es muy probable que los candidatos para el Estado de México, incluyendo al del PRD, tengan las mejores intenciones para mejorar en algo la precaria calidad de vida de esa poblada y estratégica entidad. Pero, en medio de la beligerancia, las propuestas (si acaso las hay) se hunden y se pierden en el fango. Un signo de nuestra democracia frágil y de la correspondiente inopia propositiva de los candidatos que padecemos. Un reto para superar ahora, no mañana. M