Conque “la guerra de Calderón”, Sr. Presidente…
Cuántas veces lo he escuchado: “La guerra de Calderón”. Es como un insulto, como una mentada de madre: “Es culpa de la guerra de Calderón”. Transcurren los años —diez ya— y no deja de sorprenderme la forma simplista que tienen algunos miembros de la comentocracia para referirse a esta especie de calamidad: todo se jodió con la guerra, dicen, y trazan algunas mentiras-verdades (falsedades o inexactitudes que aderezan con un toque de verdad y sirven como si se tratara de una bebida con denominación de origen). Veamos algunas, y ciertos datos que parecen olvidar…
—¿Cuántos municipios ya eran asolados por criminales en tiempos de Zedillo y Fox? ¿En cuántas regiones de Baja California, Durango, Tamaulipas, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila, los pobladores rogaban para que el Ejército y la Marina los protegieran?
—¿Por qué cuesta tanto decir que nueve de cada diez asesinatos son entre narcos, no entre tropas y sicarios? Es lo que es: guerra entre narcos.
—¿Y la letalidad? Cualquier criminal en cualquier país sabe que si abre fuego contra militares va a recibir una lluvia de plomo, no balazos al aire.
—México se volvió un mercado de consumo. “Es que eso no dicen las encuestas, dicen lo contrario”, alegan nuestros intelectuales favoritos. Sí, claro, todos los que se drogan van a confesarlo frente a un desconocido del Inegi en Ciudad Victoria o en Cancún. Ajá, fíjese que desde hace tres años me meto una grapa todas las noches, Sr. encuestador, ¿gusta? Los narcos de hoy se pelean calles, esquinas, barrios, colonias, cuadrantes, municipios, regiones y estados… para vender drogas al mercado interno, al turista local, o al viajante extranjero.
—El negocio se volvió horizontal y los grandes capos consintieron que los jefes de plaza se hicieran de recursos a través de actividades extras: robos, extorsiones, secuestros, desapariciones. Pregunte a comerciantes y empresarios. Y eso sí masificó el crimen.
—¿Qué hizo el gobierno de Enrique Peña Nieto al asumir el poder? Tratar de esfumar del prompter, del lenguaje mediático, todo lo que oliera a esa pólvora. “Es su guerra”, sintetizaban. El Presidente y sus hombres no entendieron nada hasta que la violenta realidad se les vino encima meses después, con el levantamiento de las autodefensas en la Tierra Caliente de Michoacán, asunto que los enfureció y que, claro, minimizaron en un inicio.
—Malas noticias: en marzo de este año se registró la cifra más alta de homicidios dolosos en lo que va del sexenio: 2 mil 20 casos. El arranque de 2017 es el peor trimestre de este gobierno, con 5 mil 775 casos, e incluso está por encima del temido 2011, el año más violento en diez años, cuando se contabilizaron 5 mil 441 casos en los primeros tres meses.
—Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, esos 2 mil 20 casos de marzo pasado solo son superados por los dos peores registros de violencia en diez años: los de mayo de 2011, que tuvo 2 mil 131 ejecuciones, y los de junio del mismo año, con 2 mil 38 casos.
Conque “la guerra de Calderón” se iba a extinguir sola, ¿no Sr. Presidente?
La guerra de Calderón es su guerra, la guerra de Peña Nieto. Siempre lo fue. No es un asunto de gobierno, es un problema de Estado. No quisieron entenderlo. Por eso algunos virreyitos volvieron a la pax narca, a los pactos de antaño con los capos, justamente los que sí habían jodido todo y provocaron… “la guerra de Calderón”. La de Peña Nieto. Y la de AMLO, o de quien llegue a Los Pinos en 2018, como veremos por ahí de 2023… M