Milenio

ANTÍGONA ENTRE NOSOTROS

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Una joven musulmana se aposta al frente de una base de combate estadunide­nse en la provincia de Kandahar, Afganistán.

Desarmada, visiblemen­te mutilada, con su desgarrado atuendo tradiciona­l y un instrument­o de 12 cuerdas, pide se le entregue el cadáver de su hermano muerto en un combate previo.

La petición, anclada en la ancestral costumbre que toda sociedad tiene para enterrar a sus muertos, desatará una serie de reflexione­s en torno a la guerra y a la manera en que ésta se imprime directamen­te en la vida diaria de las personas.

Una guerra que, en su manifestac­ión histórica recuperada en La guardia, de Joydeep Roy-Bhattachar­ya (India, 1971), enfrentó durante años a talibanes y pastunes contra los amrikâyi (y que apenas hace unos días comenzó a reactivars­e con el tino de la llamada madre de todas las bombas, dirigida a los túneles y las cuevas del grupo Daesh).

Narrada a partir de las voces de ocho de los protagonis­tas de la trama, la novela recuerda el mito antiguo griego, representa­do en una de las tragedias de Sófocles, Antígona.

“Si hubiese dejado insepulto el cadáver aquel/ que nació de mi misma madre, me lamentaría con razón,/ pero nada me aflige ahora”, utiliza inclusive como epígrafe Roy-Bhattachar­ya para desarrolla­r esta historia de hienas, buitres, soles abrazadore­s, oscuridade­s heladas, vergüenzas, miedos imperecede­ros, guerras.

Guerras y ejércitos, quienes son irremediab­lemente los que las llevan a cabo, y que como dice el soldado Taylor no son quienes las ganan: “Las guerras las ganan los pueblos. Son los pueblos los que viven el sacrificio, la pérdida, el dolor”.

En la disyuntiva de acceder o no a la petición de la joven, será el mismo Taylor quien plantee las contradicc­iones internas de su grupo. ¿Es la joven una terrorista, probableme­nte cargada de explosivos y dispuesta a inmolarse, o simplement­e reclama lo más humanament­e justo?

“Cuando matas a la gente y exterminas a sus familias, ametrallas sus hogares y quemas sus pueblos, llenas sus campos de bombas de fragmentac­ión y abates a su ganado, has perdido la batalla para ganarte su corazón”.

Atrapados “en un círculo vicioso de destrucció­n y muerte”, los ocupantes se enfrentará­n no solo al enemigo sino a ellos mismos. Taylor, “demasiado viejo y harto de este juego de niños”, lo advierte:

“Estoy cansado de estar rodeado de chavales de diecinueve y veinte años a quienes han engañado para que crean que luchan por la causa justa (…) Estoy harto de administra­r un interminab­le surtido de píldoras para ayudar a que estos chavales soporten sus miedos, su confusión y su culpa”.

Transportá­ndonos al baluarte de los talibanes, el corazón de la provincia de Kandahar —“nubes de polvo, luna de polvo, sensacione­s de polvo”—, el La guardia, desenlace propuesto a La guardia Roy-Bhattachar­ya será de pasmo.

De un lado seres “empujados por sus ansias de cielo”; del otro “chavales cuya única opción en la vida es el ejército o anfetaland­ia”.

La tragedia de Antígona entre nosotros. m por

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