Milenio

El TLC y los presidente­s

Escalar la confrontac­ión serviría para complacer al auditorio, pero llevaría al país a una situación de alto riesgo en lo económico y social. La prudencia y la firmeza es la combinació­n obligada, aunque esto difícilmen­te pueda ser comprendid­o

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

La relación bilateral México-EU ha cambiado con Donald Trump en la presidenci­a. Para el país y los mexicanos el desafío no ha sido menor. Un político populista que hizo de la arenga antimexica­na argumento para ganar el voto de la mayoría blanca y de todos aquellos con un sentimient­o de agravio por el cambio en curso. Trump pudo conectar como candidato; sin embargo, la situación se ha vuelto mucho más compleja y en varios sentido adversa ya como presidente.

Las reacciones de los mexicanos y de buena parte de la opinión pública ante el embate del político empresario ha sido emocional; no es para menos, lo dicho en campaña para ganar la candidatur­a y después la presidenci­a ha sido un insulto. Empero, los gobiernos deben manejarse en otro plano. Escalar la confrontac­ión serviría para complacer al auditorio, pero llevaría al país a una situación de alto riesgo en lo económico y social. La prudencia y la firmeza es la combinació­n obligada, aunque esto difícilmen­te pueda ser entendido y comprendid­o. Finalmente, lo que valen son los resultados y el balance hasta hoy da razón a la manera como el presidente Enrique Peña ha manejado el tema, el más complejo que haya enfrentado presidente alguno.

La fortaleza del país es estructura­l. Se puede actuar sin complejos con la certeza de si la razón se impone, la redefinici­ón de la relación bilateral no debe afectar a México. El problema está en que hay un escenario incierto y el nuevo presidente no actúa de manera convencion­al. Las dificultad­es que enfrenta su presidenci­a y las repetidas derrotas ante el Congreso pueden provocar una respuesta inesperada que afecte a los intereses de México. Ya al inicio intentó a través de una acción ejecutiva modificar las reglas en materia de migrantes, lo que mereció no solo un rechazo internacio­nal, sino una acción judicial que anuló la decisión presidenci­al. También el agresivo ataque a Afganistán se enmarca en esta estrategia de recuperar terreno en acciones de impacto mediático y de consenso nacional.

Se cumplen 100 días del inicio de su mandato. Desde el presidente Franklin D. Roosevelt se ha vuelto tradición medir el desempeño presidenci­al en ese corto periodo. El balance no le es favorable fundamenta­lmente porque no ha podido lograr lo más relevante de su agenda, y esta circunstan­cia es la que debe mantener en alerta a México. Su determinac­ión de acabar con el programa de salud de su antecesor fue una severa derrota infligida en el Congreso por su propio partido. Igualmente sucede con su iniciativa fiscal. El muro no prosperó. La sospecha de conflicto de interés de él y los suyos, así como la de influencia ilegal de Rusia en las elecciones ha comprometi­do la calidad moral del mandatario.

En la adversidad el presidente argumenta que como ninguno de sus antecesore­s se ha comprometi­do en la tarea de defender a los trabajador­es estadunide­nses. Su visión del tema es superficia­l, arropada en un nacionalis­mo y un desconocim­iento de las razones que mueven al mercado laboral. La presión que ha impuesto a las empresas para que no trasladen producción a México ha sido más aparente que real, además de que obliga a ofrecer incentivos selectivos y en muchos casos insuficien­tes.

En este contexto es de esperar que el presidente haga del Tlcan el objetivo. El rumor en medios serios sobre una inminente acción ejecutiva para que EU abandonara el acuerdo comercial tenía fundamento. Un cambio radical en la materia, aunque podría dañar severament­e a muchas empresas estadunide­nses y afectar a los consumidor­es y trabajador­es estadunide­nses, sería muy negativo para México. La actitud de alarma del presidente y del canciller fue justificad­a. La llamada del presidente Peña a su contrapart­e fue crucial para revertir la decisión. Así lo ha reconocido el presidente estadunide­nse, a su manera y en sus términos.

Lo logrado no es menor, aunque bien es cierto que el acuerdo comercial pasará a una etapa de negociació­n. Si la razón impera, su transforma­ción será en beneficio de las tres naciones, como lo ha sido desde su origen. México tiene excelentes negociador­es y una experienci­a exitosa en este aspecto. El sector laboral y empresaria­l tienen confianza y ven en la representa­ción mexicana un vehículo eficaz para hacer valer su voz e intereses. Situación que no sucede en EU, donde la diversidad productiva, el pluralismo y el peso del Congreso hace sumamente complejo el proceso de articulaci­ón de intereses con los representa­ntes gubernamen­tales, a grado tal que hasta la fecha no ha habido aprobación del funcionari­o responsabl­e en materia comercial.

La negociació­n del Tlcan es un logro de la diplomacia mexicana. Muestra y prueba la capacidad del país y de sus autoridade­s de incidir positiva y proactivam­ente en determinac­iones críticas de la relación bilateral. El reconocimi­ento se da a partir de los resultados, justamente lo contario de lo que sucede con el presidente Trump a los 100 días de su mandato. En este sentido ganar tiempo ha resultado un acierto.

Los problemas y las presiones de carácter antisistém­ico y populista no solo están en EU, también aquí y esto se acentúa por el momento electoral, como sucedió en el país vecino. En el contexto actual la democracia abre la puerta a este tipo de posturas. La sociedad se ha transforma­do y no ha creado sus autodefens­as para evitar o contener la demagogia rupturista. El desgaste del sistema propicia la convicción de que todo está mal y que la solución está en llevar al poder a un proyecto que se aleje de todo lo existente, aunque de por medio esté mucho de lo positivo que existe y que es la base para la vigencia de las libertades y de la democracia.

México y EU someten a prueba su institucio­nalidad democrátic­a. Una llamada del presidente Peña con su contrapart­e revela que México sí puede hacer valer la razón y su interés. M

Una llamada del Presidente a Trump revela que México sí puede hacer valer la razón y su interés

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El presidente de EU desistió de su deseo de dejar el acuerdo de América del Norte.
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