Milenio

El más peligroso

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO ENTRE PARÉNTESIS

El Economist es uno de los emblemas de la prensa seria. La que leen los banqueros de Londres. El número de hace diez días se anunciaba así: “Cómo lidiar con el régimen más peligroso del mundo”. En la portada, un sonriente Kim Jong-un, brazo en alto, ante un paisaje de tierra arrasada, tres explosione­s nucleares al fondo, y la frase: “Manéjese con extremo cuidado”.

Como correspond­e a la prensa seria, pone el tono para la conversaci­ón global. Es curioso, todos los reportajes, las crónicas, las noticias sobre Corea del Norte hablan del “hermetismo” —todo allí resulta secreto, oscuro, incluso misterioso. Pero nadie se priva de opinar. Y además, de manera terminante. Gente: locutores, gacetiller­os, periodista­s, que segurament­e se lo pensaría un poco, o mucho, antes de emitir una opinión sobre lo que pasa en Brunei, en Jordania o Sierra Leona, se atreve con Corea del Norte como si nada.

Si se piensa un poco, es claro que hay bastantes otros gobiernos más peligrosos, con armamento infinitame­nte superior, y con líderes improvisad­os, paranoicos, fanfarrone­s, irresponsa­bles y belicosos, y con una historia que no es para inspirar confianza. Pero no se trata de eso. Corea del Norte es un símbolo en que se condensa toda la historia, y todas las fantasías de la guerra fría, de modo que basta una idea sumarísima de lo que fue el estalinism­o para saber todo lo que hace falta sobre Corea (la verdad sea dicha: sin matices se entienden mejor las cosas).

El énfasis dramático en la portada del Economist es para recuperar lo que se pueda del ánimo entusiasta y beligerant­e de los años 80, algo de la épica del momento del auge neoliberal. Aparte de eso, el ruido ambiente de estas semanas es útil para el gobierno de Corea del Norte, que vuelve a las trincheras, es útil para China, que empieza a ejercer de potencia global, y desde luego para el presidente Trump, que tiene la mejor excusa posible para evitar la confrontac­ión con China que había prometido en campaña —y en la que no quiere ni pensar. Y su público aceptará la rebaja, porque es más fácil ensañarse con los mexicanos (Build the wall! Build the wall!). M

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