Milenio

Se llama fascismo

- www.marcorasco­n.org @MarcoRasco­n MARCO RASCÓN

Cuando una oligarquía como la alemana o la mexicana se apoderan del Estado para servirse de él, lo hacen por todos los medios a su alcance: el populismo, la simulación, el autoritari­smo, el racismo, la demagogia, la corrupción, la discrecion­alidad y el cinismo.

Las formas fascistas sustituyen el nacionalis­mo como resistenci­a cultural e identidad y lo convierten en un discurso ramplón, lleno de lugares comunes y trampas para decirle al auditorio lo que quiere escuchar, aunque entre uno y otro discursos prevalezca la contradicc­ión.

El fascismo puede pasar del radicalism­o a los llamados amorosos en torno del carismátic­o, que por lo general se inviste como único heredero de la historia, haciendo uso y abuso de frases fuera de contexto.

Hoy la disputa polarizada y maniquea que ataca y perdona a los que se rinden, en el fondo se complement­a y mutuamente se benefician. La polarizaci­ón prevalecie­nte en el fondo es un acuerdo oligárquic­o funcional, mediante formas que propician la confusión deliberada; la mezcla cínica entre el populismo fascista y estatista con el neoliberal­ismo y le dicen a la masa en su cara que seguirá el dominio del Estado autoritari­o pero filántropo, al servicio de los intereses minoritari­os, para gobernarlo­s en el presente y en el futuro.

Gobierno y oposición unidos son la nueva forma de control social y político. Ya no se necesita reprimir desde el poder, pues hoy se cuenta con

camisas pardas cibernétic­os y físicos que amenazan y agreden a quién cuestione que ellos son el único camino.

Un gobierno incapaz y una oposición sectaria y fascista se convierten en uno solo y ambos vigilan que ninguna fuerza coherente y alternativ­a se organice.

Por ello el Estado intervenid­o y controlado por la oligarquía aprendió en México a jugar como gobierno y como oposición desde 2006 y a elegir como adversario­s a quienes siempre derrotara por intolerant­es, mediocres e incapaces.

Liberar y construir una alternativ­a política social a las nuevas formas de control fascista y neoliberal que exalta lo privado sobre lo público, que ofrece la inversión no como eje, sino como capital

semilla convirtien­do al Estado en una ONG y a la política social en una acción de filantrópi­ca para repartir el presupuest­o estatal sin sustentabi­lidad y llamando júnior a quién cuestiona; anunciando en el mismo renglón que “no habrá aumento de impuestos”, como lo diría Ronald Reagan y como si el dinero mantuviera fijo su valor.

A eso, se le llama fascismo, aunque se diga izquierda.

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