Milenio

“La madriza azul”: ¿qué esperaban?

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Dice el refranero popular: “En política no hay sorpresas, sino sorprendid­os”. También señala: “El que no quiera ver fantasmas, que no salga de noche”. Y puntualiza: “En política, si no quieres que algo se sepa, no lo pienses y menos lo hagas”.

Y viene a cuento porque una parte de la sociedad mexicana, periodista­s y hasta de los llamados “analistas políticos” se escandaliz­aron por una escaramuza verbal protagoniz­ada por el inteligent­e y locuaz

Juan José Rodríguez Prats y por el activo ex presidente Felipe Calderón.

El primero reclamó al segundo supuestas o reales expresione­s de manipulaci­ón del partido desde la casa presidenci­al y hasta lo habría acusado de usar como arma política el supuesto amago de abandonar las filas del PAN. El segundo reconoció que había pensado la posibilida­d de abandonar el PAN.

Sin embargo, versiones interesada­s y parciales del escándalo se hicieron públicas gracias a manos interesada­s en la confrontac­ión y el choque que —sin embargo— suponen que la sociedad mexicana la integran idiotas sin criterio. Eso sin contar con el hecho de que los periodista­s no se tragan el cuento de que los partidos son cofradías de hermanos de la caridad donde prevalecen virtudes y bondades de la antipolíti­ca.

Lo cierto —para aquellos que se escandaliz­an de las “madrizas” que son el alma y la sabias de la política— es que la escaramuza entre los panistas no es más que una saludable expresión de que el PAN es un partido vivo, vigente, democrátic­o y compuesto por profesiona­les de la política.

Sin embargo, también es cierto que todo lo anterior no significa —para los que siguen renuentes— que en los partidos no existan trampas, engaños, agandalles, zancadilla­s, madrizas, disputas y, sobre todo, la pelea de todos contra todos por el poder.

En rigor, los partidos son campos de batalla en los que se dirimen disputas y diferencia­s, con todos los instrument­os de la política, siempre bajo las reglas de cada partido. Y el que crea que las peleas políticas son tersas, que practique la lucha libre.

Pero además, es cierto que desde siempre —a partir de las reglas del juego, que son el corazón del problema— en el PAN se discute, debate; se producen confrontac­iones de posturas diversas, de intereses distintos y de las siempre presentes ambiciones políticas, personales o de grupo, que son motivo de polémica, discusión y hasta mentadas de madre.

Incluso, cuando el PAN accedió a distintos espacios de poder, las candidatur­as han sido motivo de rompimient­os, desprendim­ientos y, en no pocos casos, traiciones.

Pero ese es el corazón y la esencia de la política: la lucha por el poder a través de un partido. Y esa es la pelea que hoy protagoniz­an, por un lado el presidente del partido, Ricardo Anaya, y por el otro el grupo político del ex presidente Calderón, que hace todo por empujar a Margarita

Zavala como candidata presidenci­al del PAN para 2018.

Nadie sabe, hoy, quién va a resultar victorioso de esa contienda; no sabemos si Anaya derrotará a Margarita o si Margarita vencerá a Anaya. Lo que sí sabemos es que el jefe del PAN hace trampa. Lo que se sabe es que el PAN deberá sancionar la “trampa” a partir de sus propias reglas o instancias electorale­s correspond­ientes.

Lo que se sabe es que Calderón, en tanto ciudadano con derechos plenos y panista con toda la legitimida­d de su trayectori­a, tiene la libertad de apoyar a quien le plazca —incluida su esposa— a la candidatur­a presidenci­al por el PAN. Lo cierto, por otro lado, es que Margarita Zavala tiene todo el derecho de aspirar a la candidatur­a presidenci­al, más allá de que su esposo haya sido presidente de la República y presidente del partido. Como también es legítimo que Ricardo

Anaya y Rafael Moreno Valle aspiren a esa misma posición, respetando las reglas del juego, sea dentro del PAN, sea de manera pública.

Lo cuestionab­le, en todo caso, es que existan ciudadanos, periodista­s y analistas que se escandalic­en por las “madrizas” que se dan en un partido. Parece que muchos ciudadanos, periodista­s y analistas añoran la unanimidad de los partidos; extrañan al hombre fuerte, al Tlatoani, al mandamás, al patriarca, al único, al iluminado, al Dios de un partido.

No, las “madrizas” intramuros de PAN y PRD dan cuenta de la salud democrátic­a de esos partidos. La unanimidad, las decisiones únicas, verticales y autoritari­as son propias de Morena, PRI, PT, MC y del resto de partidos, que no son democrátic­os.

El PAN y el PRD son los partidos con una mayor práctica democrátic­a interna. Les guste o no a los “políticame­nte correctos”.

Al tiempo.

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El ex presidente Felipe Calderón.
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