El ventarrón contra árboles y televisor
El inacostumbrado fenómeno natural de anteayer, compuesto de viento y lluvia y relámpagos, era tan fuerte que, casi alegremente, tamborileaba en los cristales de la ventana y, como si se metiera hasta el aparato televisor, torcía y estropeaba las imágenes de todos los canales, fuesen de televisión abierta o de cable.
¡Ventarroooon!, exclamó el cronista y lo escribe con tres oes más, pues el susto le ha hecho olvidar que basta con acentuar gráficamente la única o de la palabra para dar a los lectores (¿plural muy singular?) una idea e incluso muchas imágenes del turbulento suceso ocurrido en Esmógico City un día de este incipiente (y ya festejoso) mes de mayo. El hecho es que que el susodicho viento fuerte, turbulento y ululante, no solo ha tumbado y matado setenta árboles en la susodicha ciudad cada día más desarbolada.
¡Setenta áboles menos! Es decir setenta de esos necesarios amigos vegetales que no se metían con nadie, que estaban quietecitos en los lugares donde han crecido naturalmente o han sido plantados por manos humanas que luego los olvidan o descuidan criminalmente.
Y es verdad que esta vez no hay nadie a quien culpar, ningún humano de alguna clase más o menos política, ninguna de las estatales autoridades contra las cuales organizar una marcha erizada de gritos, puños y pancartas de protesta, pues el viento que mató a esos árboles es tan natural e inocente como sus víctimas.
Pero el cronista, una vez más, se duele del constante desarbolamiento de la ciudad que, en proporción a ese crimen sin asesinos, casi tiene prohibidos a los hermanos vegetales, de modo que en algún futuro quizá no lejano hasta los parques y jardines, las avenidas arbóreas, los camellones verdecidos y florecientes, sean cosas de una de las ciudades de leyenda y cuento infantil, a las que se vale soñarlas pero que son tan inverosímiles, en resumidas cuentas, que creer en la real existencia de ellas sean asunto de mentalidad infantil en la adultez, de afición a las artes y literaturas fantásticas… o de definitiva estupidez soñadora.