LA FALSA MORAL DE LA IGLESIA EN FRANCIA
Mientras que las instituciones judías, protestantes y musulmanas piden parar a Le Pen, la cúpula católica guarda silencio
Las urnas apenas acababan de dar su veredicto, en la primera vuelta el domingo 23 de abril, cuando la Iglesia católica tomó una posición. O más bien se abstuvo de elegir entre los dos finalistas para la segunda vuelta el 7 de mayo.
En un comunicado, la Conferencia de Obispos de Francia (CEF) no llamó “a votar por uno y otro candidatos”, pero desearía dar elementos de “discernimiento”, como la acogida de los refugiados o el respeto de los “vínculos de filiación” en el seno de una familia.
Mientras que las instituciones judías, protestantes y musulmanas invitaron a poner un dique a Marine Le Pen, la Iglesia católica se negó a llamar a votar por Emmanuel Macron. Su silencio provocó un profundo malestar entre los fieles, empujando a muchos obispos y grupos de militantes a pronunciarse contra la candidata del Frente Nacional.
Sin remontarnos a la condena, en 1926, por el papa Pío XI, de la Acción francesa [un movimiento político nacionalista de tipo monárquico, en el marco del célebre caso Dreyfus], la Iglesia de Francia multiplicó, sin embargo, desde 1985, las advertencias contra las tesis frentistas consideradas “incompatibles con la Buena Nueva y las enseñanzas de la Iglesia”.
En 2002, cuando Jean-Marie Le Pen se enfrentó en la segunda vuelta a Jacques Chirac, la Iglesia no hizo uso de su obligación de reserva. Monseñor Jean-Pierre Ricard, entonces presidente de la CEF, se comprometió contra la extrema derecha: “Debemos hacer un llamado a la inteligencia más que al instinto, al discernimiento más que a la espontaneidad, a la serenidad más que al miedo”.
Más recientemente, en una carta “a los habitantes de nuestro país”, el 13 de octubre de 2016, el consejo permanente de la CEF defendió con firmeza el carácter “pluricultural” de la sociedad: “No debería permitirse que las búsquedas y afirmaciones de identidad desemboquen en intransigencias identitarias”.
Y denunció el proyecto de la extrema derecha, que “nos aísla en nuestro propio país, en los ‘auténticos’ franceses (…), nos aísla respecto de Europa y de las libertades individuales”.
El enojo de los católicos franceses se vio alimentado por las sorprendentes palabras del papa. Francisco sacudió a su Iglesia con el tema de la acogida de los migrantes. No dudó en denunciar los populismos expresado en la voluntad de Donald Trump de construir un muro con México.
Pero, interrogado en el avión que lo regresaba de su viaje a Egipto, el papa respondió rápidamente: “Sé que uno de los candidatos es un representante de la derecha, pero el otro, realmente, no sé de dónde viene y es por eso que no puedo dar una opinión fundada sobre Francia”.
En el diapasón de la sociedad, la Iglesia de Francia parece resignada a una banalización de la extrema derecha, cuando el peligro de ver a su candidata acceder al Elíseo es mucho mayor que en 2002.
Según nuestro sondeo Ipsos SopraSteria, 46% de los católicos (sin gran diferencia entre practicantes regulares u ocasionales) se aprestan a votar por Le Pen. Ante el malestar, el presidente de la CEF, monseñor Georges Pontier, arzobispo de Marsella, publicó un manifiesto en su sitio web. Pero él insiste y firma, recordando a cada elector “lo que nuestra fe nos invita a tomar en cuenta”. De ser más preciso en su llamado, en la línea del comunicado de 2016, le habría evitado a la Iglesia cometer una falta moral al desentenderse.m