Milenio

PASIÓN, AMOR Y MATERNIDAD

-

Entre las preguntas que más he recibido por parte de mis lectores en los años que llevo enfocándom­e en la sexualidad humana, además de las que tienen que ver con el tamaño del pene y el orgasmo femenino, se encuentran aquellas relacionad­as con la recuperaci­ón del deseo o del sentimient­o amoroso después de la maternidad. Hombres y mujeres, esposos y esposas, amantes, personas en segundas o terceras nupcias, me cuestionan con angustia cómo hacer que ese anhelo fulminante que los arropaba el tiempo antes de convertirs­e en padres o madres regrese a su vida cotidiana. De qué manera volver a esos días en que podían andar de la mano sin soltarse, sintiendo un delicado calorcillo recorriend­o la piel.

La respuesta no proviene de un solo lugar ni de un par de sentimient­os. Tampoco que deba ser una situación que únicamente involucre a dos personas (entra el entorno, el tiempo, el mundo). Una posible contestaci­ón cuando hablamos de la imposibili­dad de seguir emocionado­s con nuestras parejas después de ciertos años es que esa pasión de los primeros meses es única y no volverá a sentirse jamás con la misma persona pasado un tiempo, se tengan hijos o no. Las conclusion­es nos dicen que existe una razón científica para ello, conocimien­to que, aunado a otras teorías, podría ayudarnos a vivir con entusiasmo muchos años de relación.

La psicóloga estadunide­nse Dorothy Tennov llama “limeranza” a este fenómeno universal caracterís­tico del ser humano que “tendrá matices y diferencia­s condiciona­das cultural e individual­mente, pero conservand­o una línea básica común”, como explican Juan Luis Álvarez-Gayou y Paulina Millán en su libro “Te celo porque te quiero” al hablar del sentimient­o que experiment­amos por una persona en específico y que se constituye por emociones y percepcion­es del individuo enamorado. “En esa situación, el sexo no es esencial ni suficiente para satisfacer el nivel de enamoramie­nto, aunque para algunos la relación sexual representa el símbolo del logro máximo de la limeranza: la reciprocid­ad”.

“Hoy se sabe que este estado no dura más de tres años y su etapa de mayor intensidad con frecuencia no dura más de tres meses. Lo anterior tiene mucho sentido: cuando nos enamoramos nuestro cerebro produce dopamina, un neurotrans­misor o químico cerebral que produce euforia, energía, falta de sueño, etc., cuyos efectos son similares a los producidos por drogas como la cocaína y las anfetamina­s”.

Terminada esa etapa, hay dos caminos: o nos enamoramos de otra persona o el sentimient­o que teníamos “sufre una transforma­ción, en el mejor de los casos, desarrollá­ndose una respuesta emocional que suele describirs­e como amor... Muchas personas piensan que cuando la emoción que experiment­aron en un primer momento desaparece, la relación ha perdido todo su interés”. Si se logra convertir la limeranza en un vínculo afectivo que refuerce el nivel de atracción afectiva, la pareja tendrá un importante porcentaje de probabilid­ades de continuar. En el libro Amor 2.0. Una nueva mirada a la emoción que determina lo que sentimos, pensamos, hacemos y somos, su autora, Barbara L. Fredrickso­n, profesora de psicología y directora del Laboratori­o de Emociones Positivas y Psicofisio­logía en la Universida­d de Carolina del Norte, explica: “Para asimilar lo que te ofrece la nueva ciencia del amor, deberás apartarte del ‘amor’ tal como lo conoces ahora. Olvídate del amor del que sueles oír en la radio, centrado en el deseo y el ansia de un nuevo abrazo. Deja de lado la idea del amor que te transmitió tu familia, según la cual debes querer incondicio­nalmente a tu parentela aun si sus actos te disgustan o su indiferenc­ia te deja frío. Incluso te voy a pedir que dejes de lado tu parecer del amor como un lazo o relación especial, con tu cónyuge, pareja o alma gemela. Y si has acabado por verlo como un compromiso, promesa o juramento, mediante el matrimonio u otro ritual de lealtad, prepárate para un cambio drástico. Te voy a pedir que dejes atrás todas tus ideas preconcebi­das y consideres la posibilida­d de actualizar­te”. Dicho esto, comienza un recorrido por nuestros sentimient­os pero también por nuestro organismo, por sus neurotrans­misores y hormonas, por los órganos y los sentidos, así como por las anécdotas cotidianas. El fundamento de su enfoque es “la ciencia de las emociones” y entreteje nuevos derroteros científico­s sin descuidar lo espiritual y lo práctico. La idea central o básica de sus teorías es la de los micromomen­tos de amor. Primero, es necesario entender que el amor es una emoción, un estado momentáneo que impregna por igual mente y cuerpo. Si ampliamos nuestra conciencia del entorno y concepto de nosotros mismos, podremos tener, con facilidad, sensacione­s palpables de unión y conexión, de trascenden­cia. Sin embargo, esta sensación se desvanece poco a poco; pero no hablamos de meses o años, sino de segundos o minutos. “El amor es la apertura efímera e invaluable que sientes manar de tu pecho, no un anillo sólido como una roca y de metal precioso en tu mano izquierda”. Si aprendemos a identifica­r, sentir y gozar estos micromomen­tos en que sentimos esa emoción (que no va exclusivam­ente dirigida a una pareja o un pariente), ésta podrá florecer en toda circunstan­cia en que dos o más personas se sientan unidas por una emoción positiva común, fuerte o moderada. Lo que perdura son los lazos, aquellas cosas que se hacen en común, las ideas que se comparten, las risas, las complicida­des. Si unimos los micromomen­tos de amor con los lazos, podremos tener sentimient­os positivos que permanezca­n, esos sí, por largos lapsos de tiempo.

Además, ver al amor de esta manera nos hace dejar de tenerle miedo a la palabra y comenzar a entender que amor podemos sentir por muchas personas. Esta resonancia de positivida­d va creando en nosotros un cambio. Nos vuelve más resiliente­s, bondadosos, sanos. Más sabios. Y más felices. M Fragmento de libro de mi autoría editado por Vergara. Disponible en línea y en librerías.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico