Milenio

RECLAMA BANDA ROJA

- Érika Montoya LA

nte la mirada atenta de fanáticos, rivales, amigos, su hija y su padre, Julio César Chávez Carrasco no podía fallar ante Saúl Álvarez y la báscula, menos.

Marcar un peso que desde hace cinco años no intentaba, no se debió al millón de dólares que tendría que pagar por cada libra que se excediera, fue por orgullo.

El primero en subir al estrado, donde la báscula lo esperaba, fue Chávez, quien acompañado por Ignacio Beristáin, escuchó a los fanáticos y dejó escapar un poco de adrenalina gritando y posando con los músculos tensos, para enloquecer a los 8 mil fanáticos que se dieron cita en la arena del MGM Grand Garden y que esperaron con paciencia las más de cinco horas para ver los pocos más de 10 minutos de la ceremonia.

“Me da emoción y tristeza, es raro, cuando empezó Canelo me encantaba, ha crecido demasiado y merece su lugar, pero del otro lado está el hijo de mi ídolo, con quien crecí, no puedo elegir a uno y por eso vengo, solo a sufrir”, dijo uno de los asistentes, que en lugar de disfrutar del pesaje como el resto, sufrió con una banda roja en la frente que decía Chávez y la playera del Canelo.

Escoltado por su equipo, Saúl Álvarez llegó unos minutos después. Tranquilo y sonriente escuchó con satisfacci­ón como la mayoría lo alentaba, saludó y esperó a que el presentado­r Michael Buffer lo anunciara, mientras su retador se quitaba la playera y los shorts grises.

Silencio. Descalzo, pero con la mirada tranquila, Julio subió a la báscula y no se escuchó nada, hasta que Buffer rompió la tensa calma, al anunciar que el sinaloense marcó 164 libras, media menos que el peso pactado.

Mientras que Canelo subió para igualar el fiel de la balanza y pasar el último trámite.

“Sé que mi gallo va a poder, no importa qué tanto sea, el orgullo lo sacará adelante, aunque todo esté en contra, tiene sangre de campeón y va a sacar la casta, quiero verlo, como su papá”,

Hace una

semana, Julio César Chávez González pidió que quien apoyara a su hijo usara una banda roja en la frente, como cuando él peleaba, y quien estuviera con Saúl Álvarez usara un sombrero. Como pocos le hicieron caso y muchos llegaron con bandas rojas grabadas con el apodo de Canelo, el gran campeón mexicano ya no explicó sus razones y calificó como “chafas” esas muestras de apoyo al rival del Junior. “Solo hay un Chávez y es mi hijo, ya verán”, sentenció JC, quien se mostró ansioso de cara al duelo. confió una señora que le tuvo que rogar un mes a su hijo para convencerl­o que la llevara a Las Vegas, para el combate.

Superado el primer obstáculo, Chávez está listo para encarar al peleador que lo puede poner de nuevo en una posición de privilegio, y que tiene el potencial de darle una batalla para conquistar a los fanáticos estadunide­nses.

“Vamos a hacer una gran pelea, a ganar, la clave fue mi preparació­n y se va a demostrar”, dijo Julio cuando salió del lugar, satisfecho, porque por primera vez en cinco años marcó el límite.

“Es bueno que diera el peso, eso garantiza una gran pelea y es justo lo que quiero dar”, sentenció el tapatío.

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La ceremonia de pesaje para la pelea entre Julio César Chávez y Saúl Álvarez levantó expectativ­a en Las Vegas, Nevada, y un gran número de mexicanos se dio cita para contemplar solo por algunos minutos a los protagonis­tas.
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Los miles de aficionado­s que estuvieron en el pesaje
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