¡Hay que dejarnos de mamadas!
Uno de los dos es, sin duda, un mamón. Además, petulante y soberbio, pero con una seguridad en sí mismo que ya hubiera querido para superar algunas de mis frustraciones infantiles. El otro es un junior que nunca tuvo la necesidad, pero que un día decidió subirse a un ring, precedido por la fama de su padre, sin duda, el más grande boxeador e ídolo en la historia del deporte en México.
Uno de los dos también es muy disciplinado, profesional, entregado y con unas ganas brutales de trascender, mismas ganas que solo surgen del hambre; es normal cuando la pobreza está a la vuelta de la esquina. El otro es lo que mi abuelo solía llamar un vago de primer nivel: despreocupado, desmadroso, fiestero y con ganas de comerse el mundo a puños; es normal a esa edad y cuando no te falta nada.
Uno de los dos no es técnicamente un prodigio y se ve hasta cierto nivel robotizado, pero contrarresta esa falta de talento con mucho entrenamiento y repetición que logra dominar de manera mecánica, pero no por eso menos contundente. El otro viene genéticamente dotado de una capacidad y un talento natural, pero que solo en contadas ocasiones desarrolla a su máximo potencial, precisamente porque no le importa.
Solo vi ese talento en el último round de la pelea que sostuvo con Sergio Maravilla Martínez y puedo asegurarles que, si combatiera todo el tiempo en esa forma, su historia sería diferente. En el caso del otro puedo decir que ha sido ejemplo constante de disciplina, por lo que sus actuaciones son profundamente aburridas, pero siempre en un mismo nivel.
Así pues, mis dos entusiastas y ávidos lectores, al tenor del caneloso grito de “hay que dejarnos de mamadas”, hoy veremos quién sale vencedor del pleito entre comadres en que se convirtió esta pelea profesional de box.
Aquí uno de los dos va a irse con la mano en alto, mientras que el otro va a tener que cargar con la vergüenza y la humillación de la derrota, más porque es una pelea en la que ambos se han encargado de abrir la boca de más.
De lo que sí está seguro su charro negro de confianza es que hoy ambos púgiles se olvidarán de cualquier estrategia de pelea. Hoy, sin duda, solo saldrán a tirarse madrazos por mera animadversión y orgullo.