#SiMeMatan, échale la culpa a los huachicoleros
La búsqueda de una biografía admirable e impoluta es un viejo sueño al que cualquiera, incluso los más aberrantes sátrapas, aspiran, aunque sea un mendrugo de posteridad. Y para lograrlo se recurre al revisionismo, la alteración, la reinvención y la mentira.
Lo que no se sabía, y ahora nos lo hicieron saber las autoridades de la Procuraduría General de Justicia de Ciudad de México, es que ser el feliz poseedor de un pasado perfecto era indispensable para alcanzar el grado de víctima triunfante, de esas que son capaces de resistir cualquier examen criminalizador de esos que se pusieron tan de moda en la época de Jelipillo Calderón, donde frente a un hecho hiperviolento solo había un protocolo posible: “Primero criminaliza y luego averigua”.
El caso de Lesvy, asesinada en Ciudad Universitaria de la UNAM, es emblemático. La procu, en vez de utilizar sus escasas capacidades detectivescas, se limitó a usar el Twitter para dejar en claro que la chica era un alma perdida y que no merecía ni un expediente de la corporación. Había dejado la escuela, tomaba, tenía sexo, no usaba la falda hasta el huesito y cosas por el estilo que la identificaban como una mala mujer.
Eso es un gran logro en materia de investigación policiaca, pues ahorra tiempo, dinero y esfuerzo, administración de recursos que le llaman. Para qué vas a gastar tus herramientas en gente que, debido a su mal estado, al final ha pecado.
La lógica reduccionista es muy simple: solo los muy buenos, santos y puros podrán aspirar a ciertos grados de justicia. Los otros, por pécoras, indecentes, impuros y por no arreglar bien sus cajones ni tener bonita letra, puros tuits de desprecio.
Eso, por quién sabe qué oscura razón, desató la furia entre quienes no entendían el profundo sentido de la justicia y del humor que practican nuestras autoridades cuando las personas no responden a su muy premoderna idea de clasificar a quienes merecen ser atendidas por ellas, no tanto por la cantidad y calidad de los oprobios a los que fueron sometidas, sino por la naturaleza moral de sus actos.
Eso está bien. De otra manera los aparatos judiciales estarían perdiendo el tiempo investigando los asuntos de gente de dudosa reputación.
Ahí están los casos de los jóvenes de Tijuana, los 43 de Ayotzinapa, los crímenes de la Narvarte y toda la guerra calderónica para demostrar que lo que más le conviene a la sociedad en su conjunto es que se criminalice primero, porque así se criminaliza dos veces.
La cosa es generar una conciencia y un principio: antes de que alguien se meta en historias tremendistas con probables desenlaces fatales, que primero se aseguren de tener un currículum limpio y sano.
Ya después, por la presión social amparada en el hashtag #SiMeMatan, la procu tuvo que ofrecer disculpas de dientes para afuera. No se vale.
Digo, a la otra van a querer que las autoridades le exijan a los victimarios el mismo estatus de impoluto pasado que se le exige a las víctimas. ¿A dónde vamos a llegar? Lo bueno que ahora se le puede echar la culpa de todo a los huachicoleros. M