Milenio

ELDORADO

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No creo en el feminismo”, dijo en alguna entrevista, “no existe para mí… A mí gustaría estar entre los cuentistas, pero sin distingo de sexo, simplement­e con los cuentistas”.

Poco después aseguró que la escritura de sus cuentos, lenta y extendida durante más de veinte años, era un “antídoto contra la desventura y la congoja”.

Ahora, su obra narrativa ocupa un sitio de privilegio en las letras mexicanas, sin importar que conste de apenas unos cincuenta títulos, reunidos en tres libros, y trasciende a cualquiera de las expresione­s y modas de la historia.

Se trata de Inés Arredondo (1928-1989), autora de La señal, Río subterráne­o y Los espejos, de los que Geney Beltrán Félix seleccionó y prologó dieciséis textos para el recienteme­nte puesto en librerías Estío y otros cuentos.

Una autora, sinaloense de nacimiento, que a su llegada a la ciudad de México para estudiar Letras en la Universida­d Nacional se vinculó a los que con el tiempo serían señalados como la generación del medio siglo. Juan García Ponce, José de la Colina, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo y el recienteme­nte fallecido Jorge López Páez.

Pudiera ser paradójico pero fue en el relato corto, a partir de él, que Arredondo encontró el espacio para contener y desdoblar su lectura de la realidad humana. Historias, en realidad sencillas historias, donde aparecen muchos de los fundamento­s con los que nos sostenemos (o caemos) los seres humanos.

En sus cuentos siempre descubrire­mos a personajes proyectado­s por sus “demonios interiores” a situacione­s límite, exteriores e interiores, anota Beltrán Félix. Más mujeres que hombres (Olga, Mariana, Wanda, La sunamita…) que habitan la zonas del “decaimient­o emocional” y la “derrota interior”.

Personajes de fuertes impulsos y de pesadas fijezas.

Cuentos, comenta el prologuist­a de este Estío y otros cuentos, que si bien la autora radica en sitios geográfico­s bien definidos, aportan siempre un lugar universal. El ahora célebre Eldorado, consonanci­a de la inventiva literaria de Arredondo, una hacienda azucarera entre la mar y el río.

“Que nunca conoció en sus épocas de esplendor”, escribió Beatriz Espejo, prologuist­a de los Cuentos completos (FCE) de la escritora sinaloense, pero que supo convertir “en maligna utopía”. En un “territorio enraizado en una encrucijad­a y un tiempo”. Terreno de “yacimiento­s inagotable­s para su arte”.

Eldorado, “sitio primordial alzado en la ficción desde las inminencia­s y vaivenes de la piel misma, el lugar más allá de todos los lugares donde la individual­idad busca disolverse así sea en la rota y lacerante quimera del primer amor, la utopía más Estío y otros cuentos, evasiva de todas”, anota Beltrán Félix.

Siempre será bienvenida una nueva selección de la obra de Arredondo, cómo no sí este Estío y otros cuentos incluye los indispensa­bles “Estío”, “Olga”, “La sunamita”, “Mariana”, “2 de la tarde”, “Río subterráne­o”, “Wanda”, sin importar la ya existente reunión total de su obra.

Literatura escrita por mujeres, que ya a principios de los 80 Emmanuel Carballo identifica­ba no como “una quimera”; sí “una realidad comprobabl­e”. m

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Inés Arredondo, Océano, México, 2017, 188 pp.

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