Milenio

Máquinas de matar

- RICARDO ALEMÁN

En tiempos de video y redes es posible ver, simultánea­mente, las dos caras de un mismo hecho. Por un lado, un criminal que luego de ser sometido mata por la espalda a un militar y, por el otro, un militar que ejecuta a un criminal sometido. ¿Cómo entender y explicar los dos crímenes? Algunos no quieren ver la moneda y sus caras desde todas sus vertientes: social, moral, legal… No, muchos solo quieren ver los hechos desde el interés político, el odio institucio­nal y la renta electoral.

Los militares matan al pueblo, a los hermanos campesinos, dicen. Olvidan que ese “pueblo” y esos “hermanos” son criminales, parte de las más acabadas “máquinas de matar”, que son las mafia del crimen organizado.

Pero algún aspirante presidenci­al prefiere usar a las “máquinas de matar” como máquinas de votos. ¿Por qué? Porque son tiempos para la raja política y la renta electoral rumbo a 2018.

Por eso la siembra de odio hacia militares, marinos y policías, porque buscan debilitar y destruir institucio­nes fundamenta­les para preservar el Estado.

Y para empezar no hay duda de que un militar —como los que combaten a ladrones de combustibl­e— es un servidor público preparado para defender las institucio­nes; en el extremo, defenderla­s con la vida.

Tampoco hay duda de que la defensa institucio­nal y la defensa de la vida del soldado lleva aparejada la muerte potencial del soldado y el enemigo. Los soldados, pues, son preparados para acciones extremas como matar. Por eso, un soldado nunca dejará que un enemigo lo mate, antes deberá matar al enemigo.

Pero existen leyes, sea en la batalla con un ejército regular, sea la lucha contra las bandas criminales. La ley no autoriza que un soldado mate a un criminal cuando el criminal fue sometido. En ese caso, el soldado comete un crimen.

Pero en la peculiar lucha del Ejército mexicano contra el crimen organizado y contra ladrones de combustibl­e, las reglas solo aplican para los soldados. Aun así —y a pesar de que violenta la ley—, un soldado como el que ejecuta a un criminal no debe ser visto como un criminal —ojo, no debe ser visto—, ya que solo responde a códigos y a su preparació­n para poner a salvo a la sociedad de una lacra social.

Aun así, ese soldado debe ser llevado a la justicia, porque según la ley, es un infractor. Pero más importante: esa infracción no debe servir para fines políticos o electorale­s de ningún candidato presidenci­al. Salvo, claro, que busque raja electoral y destruir las institucio­nes.

En cambio, el criminal, “la máquina de matar”, puede hacer todo: matar, torturar, descuartiz­ar, emboscar, incinerar… a soldados, marinos y policías.

Con todo, los criminales que matan por la espalda a un soldado tienen derechos y garantías que deben ser respetadas.

Es la ley, justa o no. Y si no nos gusta, debemos promover su cambio.

Al tiempo. M

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La falta aprovechad­a para sacar raja política.
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