Pese a su desánimo
Habitual, los ciudadanos se dejaron seducir por las palabras de esperanza del nuevo mandatario
Francia, un país donde predomina el desánimo y el derrotismo, acaba de elegir al presidente más joven de su historia que habla de “esperanza”, “audacia” y “optimismo” y que podría dar un giro al tradicional pesimismo francés.
La victoria el 7 de mayo del centrista pro europeo Emmanuel Macron, de 39 años, frente a la extrema derecha sorprendió a la prensa, en un país que desde hace años se considera el “enfermo” de la Unión Europea (UE).
“Increíble Francia: intrigan sus sorpresas electorales. Pensábamos que estaba a punto de salir del euro y paso todo lo contrario”, señaló el diario Le Monde. “El mundo, pasmado, descubre en su nuevo presidente el rostro de una Francia joven, audaz, conquistadora”, se entusiasma el periódico económico Les Echos.
Macron, desconocido hace tres años, prometió renovar la desacreditada clase política y basó su primera campaña electoral en el optimismo, dejando en segundo plano su programa.
“A los que ya no creen en nada, a los cínicos, a los derrotistas, a los ‘declivistas’ que los rodean, les decimos: lo mejor está por venir, lo mejor es nuestro”, clamó en un mitin en Lyon (centroeste) en febrero pasado.
Sus mensajes positivos le valieron el calificativo de “gurú” por parte del aspirante conservador François Fillon o de “hongo alucinógeno”, según el candidato de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon.
Mientras Macron prometía “hacer lo que nunca se ha hecho”, los demás candidatos hablaban de miedo y lucha contra la depresión económica, la inmigración o la amenaza yihadista.
La noche de su victoria Macron pronunció un vibrante discurso, utilizando palabras que pocas veces se utilizan en la política francesa: “Europa y el mundo esperan que defendamos el espíritu de las Luces. Esperan que aportemos una nueva esperanza, un nuevo humanismo (...), serviré con amor”.
Sus partidarios, en gran parte urbanos y de clase media, le aplauden mientras sus adversarios critican una “cortina de humo” que esconde un proyecto ultraliberal.
Para el filósofo Marcel Gauchet, “Macron es el candidato de un
“A los que ya no creen en nada, a los cínicos, a los derrotistas, les decimos: lo mejor está por venir”
optimismo que ciertamente es minoritario pero en el que el pesimismo mayoritario tiene ganas de creer o, al menos, de darle una oportunidad . (...) La gente dice: ‘No me lo creo, pero nos gustaría creerlo’”.
Durante su mandato, marcado por una impopularidad récord, el presidente socialista saliente, François Hollande, intentó sin éxito combatir el pesimismo, alimentado por cifras récord de desempleo, el cierre de fábricas y un clima de angustia vinculado a la ola de atentados yihadistas de 2015 y 2016.
En varias ocasiones pidió a los franceses que se sintiesen “orgullosos”. Pero un estudio europeo publicado en marzo sobre seis países revela “un malestar francés” específico en Europa, mezcla de desconfianza en las instituciones, pesimismo y rechazo de la mundialización.
El escritor Michel Houellebecq, conocido por sus “novelas negativas”, dijo que la campaña de Macron fue una “especie de terapia de grupo para convertir a los franceses al optimismo”.
“La realidad es que los franceses somos pesimistas, nos comparamos siempre con los países del norte, en particular Alemania, para menospreciarnos”, afirmó Houellebecq en una entrevista a la televisión pública.m