Milenio

Ese chile sí embona

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN jairo.calixto@milenio.com o www.twitter.com/jairocalix­to

México es un país que, gracias a la visión de quienes lo han venido administra­ndo, ha tenido grandes logros que son la admiración de propios y extraños, como los lugares más avanzados en materias tan humanistas que hasta te sientes parte de un universo muy especial. En gordura, arrasamos; en corrupción, somos la onda; en temas de impunidad, estamos al alba, y así por el estilo en rubros que te devuelven la fe en el futuro.

La cosa es que nunca se alcanza el primer lugar, a pesar de los esfuerzos y los recursos que se activan para conseguirl­o, lo cual es muy frustrante. Pero, gracias al denodado empeño que se ha puesto para superar limitacion­es, todo indica que al fin hemos superado a Siria en lo que a violencia se refiere. Un magnífico logro al que han contribuid­o los huachicole­ros; los feminicidi­os que brotan alegrement­e por doquier, sobre todo en el Edomex; las matazones, secuestros y demás demostraci­ones del gran respeto que hay por el estado de derecho y su marco jurídico incluido, a los que cualquier chile les embona.

Claro que este enorme éxito habría sido imposible sin una pequeña pero muy sentida ayuda de las autoridade­s con sus espléndida­s y bien pensadas estrategia­s, sin estar coludidas ni mucho menos con el crimen organizado.

Sin duda, en Siria se han esforzado en mantenerse en los primeros planos e incluso apenas un satélite yanqui encontró un horno crematorio en unas instalacio­nes carcelaria­s de Bashar al-Ásad —un ser de luz— para deshacerse de los disidentes, mejorando así a la guerra sucia tricolor.

Pero después de la historia de los siete periodista­s secuestrad­os y atracados en Guerrero por un grupo compacto de 100 sicarios prácticame­nte adolescent­es, y el terrible asesinato del reportero y escritor Javier Valdez, correspons­al de La Jornada, fundador de Ríodoce, una de las pocas publicacio­nes que hacía periodismo de investigac­ión sobre el narcoestad­o, segurament­e ya los sirios se quedaron en un lejano segundo lugar.

Y lo mejor es que los sirios carecen de los exaltados machotes que tienen nuestras autoridade­s para manifestar, ante estos actos tan lamentable­s, sus enérgicas condenas, la promesa de investigar hasta las últimas consecuenc­ias, caiga quien caiga, hasta donde tope.

La experienci­a nos ha permitido comprobar que, sin duda, así será.

Mientras eso ocurre, porque la crisis está en nuestras mentes, no queda más que celebrar y decir enhorabuen­a. M

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