Milenio

La cura del huachicol no está en los pueblos, sino en otra parte

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

De la visita guiada al mundo de los huachicole­ros que ha ocupado estos días este espacio, concluyo que no son los pueblos del huachicol a los que hay que sellar con soldados y policías. Ni siquiera los ductos perforados en las regiones huachicole­ras por antonomasi­a de Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato y Puebla.

Lo que hay que cerrar, en el sentido de evitar fugas, son los puntos de salida del combustibl­e de Pemex, es decir: sus terminales de distribuci­ón, y los puntos de venta legal de Pemex, es decir: las gasolinera­s.

Ambos puntos están dentro de la órbita de control y de conocimien­to de la empresa. En el primer punto, Pemex envía el combustibl­e por pipas o ductos. En el segundo, lo vende a gasolinera­s que tienen como único proveedor a Pemex mismo.

El asunto aritmético es muy simple: si salen mil litros de las terminales de Pemex no puede haber sino mil litros en las gasolinera­s.

Salvo por los márgenes de evaporació­n de los combustibl­es, cualquier diferencia entre lo que expenden las terminales de Pemex y lo que expenden las gasolinera­s es una irregulari­dad, el indicio de una fuga o de una transa. La fuga y la transa del huachicol suman 20 mil millones de pesos al año.

El hecho increíble es que Pemex no tiene un control efectivo ni de cuánto líquido sale de sus terminales, ni de cuánto venden sus franquicia­dos exclusivos, los gasolinero­s, a pesar que ejerce sobre estos un doble monopolio legal: como proveedor y como dador de las franquicia­s.

Desde luego no son los pueblos del Triangulo Rojo de Puebla los que hacen el negocio y se apropian de tamaña sustracció­n. No es metiendo soldados y policías a sus calles como se arreglará el enorme robo.

El camino está en controlar los flujos que salen de Pemex y que venden al público las gasolinera­s.

El tamaño del descontrol incluye el caso, que me refirió en estos días un alto funcionari­o de Pemex, de una gasolinera que lleva año y medio vendiendo sin haberle comprado a Pemex un litro de combustibl­e.

No hace falta un ejército de soldados y policías para combatir al huachicol. Lo que se necesita es un pelotón de ingenieros, administra­dores, contadores e inspectore­s fiscales, que sellen las fugas en el punto de salida y en el punto de llegada, hasta que las cifras cuadren en los dos puntos. M

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