Eduardo Rabasa retrata al individuo contemporáneo
Define el libro como una parodia de los corporativos y la, a veces, encarnizada lucha de los trabajadores por ascender en el mando
La suma de los ceros,
La historia de la segunda novela de Eduardo Rabasa, Cinta negra (Editorial Pepitas de Calabaza, 2017) podría definirse como una parodia de los corporativos y la, a veces, encarnizada lucha de sus trabajadores por ascender en la escala de mando; la trama está muy cerca de la ciencia ficción, incluso el escritor Francisco Haghenbeck se lo había comentado: “Toda distopía en algún sentido es ciencia ficción”.
“La motivación inicial, la premisa de la novela, fue retratar a través de un arquetipo, en el mejor de los casos, a un individuo de las sociedades contemporáneas que está entregado o reza el credo de la ideología corporativa y del management, con los principios casi teológicos que tiene esta especie de secta en busca del dinero, el éxito, el poder”.
Desde su perspectiva, esa búsqueda se puede hallar en una generación contemporánea que consagra sus vidas a esos empeños, pero nunca está claro, a cambio de qué, porque en términos de dinero llega un punto en que no se sabe cuál es la diferencia entre tener 100 o 300 millones, “ya no puedes comprar ni comer más”. “Es una especie de objetivo casi religioso, que tiene efecto para todos los demás, porque es el credo en el que vivimos, por lo menos en Occidente. Esa era la premisa básica de la novela”, enfatiza Eduardo Rabasa, cuya primera novela, La suma de los ceros, ya fue traducida al francés, al inglés y al alemán, y que le ayudó a sanar algunos conflictos interiores.
“Y en Cinta negra fue al revés: fue un asunto muy frenético, tanto en horarios, porque escribía cinco o seis horas y en las noche me quedaba muy agitado”. Una de las principales apuestas de Eduardo Rabasa con la novela fue aprovechar el recurso de llevar hasta cierto punto de absurdo algunos elementos de la realidad, seguro de que a través de esa técnica se termina arrojando mucha más luz sobre elementos de nuestra cotidianidad, “que lo que se puede alcanzar con un registro más realista: la novela tiene un tono absurdo que tiene más que ver con realidades cotidianas”.
“El protagonista está obsesionado con la idea de ser cinta negra, que eso sí existe en ciertas compañías, donde se trata de un sistema de ascenso en el que la gente consagra su existencia a esta meta un tanto difusa; en el caso de mi personaje, en el camino va pisando cualquier tipo de norma ética, incluso se va superando en los niveles de abyección a los que puede llegar”.
Otro elemento fundamental para el escritor era lograr que el personaje pudiera generar cierta empatía, o rechazo, del lector, porque la actitud asumida por el personaje —lograr el éxito sin importar el cómo—, termina por mostrar un sector de las sociedades contemporáneas. “Recuerdo un texto de Claudio Magris en el que habla de que en la creación literaria existen dos registros: una escritura diurna y una nocturna; esta última tiene que ver con asuntos con los que el autor está más en desacuerdo, le generan mayor problemática, incluso muestran zonas de sí mismo que le producen horror, pero dice Magris que si uno quiere ser congruente con su escritura, hay que darle cauce y ver un poco hacia donde nos lleva.”
Cinta negra se presenta este jueves, a las 19:00 horas, en el Centro Horizontal (Colima 378, colonia Roma), donde estará acompañado de Felipe Restrepo y Sophie Alexander-Katz en la lectura.m