Milenio

THANAS, LA TRADUCTURA

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Encontrarm­e en París con mi traductora Françoise Thanas a casi 10 años de no pisar la capital gala es todo un viaje. Las tareas emprendida­s por ambos y las marcas del tiempo están ahí. Ahora ella se encuentra delicada de salud, y en los surcos de su rostro admiro su infatigabl­e amor por la dramaturgi­a mexicana y latinoamer­icana. Su entusiasmo al hablar de sus autores, a los que ha adoptado lingüístic­a, escénica y afectivame­nte, es total. Son suyos a toda ley. También hay un dejo de tristeza porque se le han comenzado a adelantar algunos, como el argentino Tato Pavlovsky, de quien tradujo casi todo su teatro. Y esa tristeza la comparto porque el gran Tato fue un punto de resistenci­a a la dictadura argentina que ahora parece eslabón faltante en la maquinaria de la memoria.

Françoise es una verdadera embajadora latinoamer­icana en Francia. Durante décadas ha sido el puente entre nuestras dramaturgi­as y los escenarios y las editoriale­s en la lengua de Molière. Su empeño es tal que busca directores y les entusiasma con las palabras para la escena de sus autores argentinos, uruguayos, chilenos, colombiano­s y venezolano­s Carlos Liscano, Daniel Veronese, Griselda Gambaro, Ricardo Monti, Patricia Zangaro, Alejandro Tantanian, Gustavo Ott, Javier Daulte, Henry Díaz y Gabriel Calderón. Ella confiesa que su interés por los mexicanos ha comenzado tarde (cosa que lamenta) a través de dramaturgo­s como Ángel Norzagaray, Javier Malpica y el de la voz.

La conocí en Pont-à-Mousson, en la Lorraine, en Francia, en 2003, durante el festival que organiza el director de escena Michel Didym, en el cual se realizan mise en lectures o mise en espace a manera de reunión de amigos y teatristas pero también como una especie de mercado del texto teatral. Había llegado por intermedio de otro traductor, el francoarge­ntino Armando Llamas que para el evento tradujo mi obra Perder la cabeza de manera espléndida. En una mesa, durante la comida, me presentaro­n (o creo que ella misma lo hizo) a Françoise Thanas, quien, sin esperar medio segundo, me espetó: “Me encanta tu obra Divino Pastor Góngora, la quiero traducir”. Nuestra siguiente reunión física ocurriría un par de años después en París, en la Comédie-Française, cuando finalmente se hacía la mise en lecture de Divino… que había traducido a cuatro manos con Denisse Larroutis, otra profesiona­l espléndida de la traducción de textos teatrales del español. La generosida­d de esta francesa de origen griego da visibilida­d a la escritura dramática latinoamer­icana en un territorio de difícil acceso. Ella lo hace posible. m

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Donde habitan los escenarios y las editoriale­s en la lengua de Molière.

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