Milenio

De Adela Micha

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ción donde Adela le hubiera abierto su corazón a las multitudes y nos hubiera explicado de que iba a tratar su nuevo show (lo cual era básico).

Nunca nadie se tomó la molestia de ponernos en antecedent­es sobre quién era el invitado, qué había hecho y por qué era importante entrevista­rlo.

Es más, mil años después nos enteramos, por el audio, de que Adela y su entrevista­do estaban en Madrid porque ambos pudieron haber estado en cualquier hotel de paso de la Ciudad de México y aquello se hubiera visto igual.

No hubo humildad, no hubo una noción de estoy trabajando para alguien.

Fue espantoso y más cuando el mercado está lleno de programas de entrevista­s y de propuestas de grandes luminarias que misteriosa­mente se han estado quedando sin radio o sin televisión en los últimos años.

Ojo, no estoy diciendo que la señora Micha haya hecho una mala entrevista, que no se hubiera preparado o que ella, en su aspecto personal, no se hubiera visto bien.

Estoy diciendo que aquello fue un ejercicio imperdonab­le de prepotenci­a donde nadie, absolutame­nte nadie, pensó en el público.

¿A poco los televident­es tenían la obligación de saber quién era Napoleón Gómez Urrutia?

¿A poco las muy financiera­s audiencias de esa estación tenían como máxima prioridad en su agenda de ese día profundiza­r en el sindicato minero?

¿Qué le hubiera costado, a los responsabl­es de esto, grabar una entrada y una salida con la Micha, justificar la emisión, intercalar letreros, ilustrar con de archivo, poner música de fondo, editar hasta conseguir algo parecido al ritmo, en una palabra: producir?

¡Qué les hubiera costado producir! Por menos de la mitad de eso cualquier maestro de periodismo reprobaría a sus alumnos. ¡Es una vergüenza!

Pero espérese, falta que le diga lo peor: las cámaras.

¿Me creería si le dijera que durante todo el larguísimo programa de Adela nadie movió esas dos malditas cámaras y que lo que usted y decenas de personas padecimos fue un asqueroso ping-pong de una hora entre las mismas dos patéticas tomas?

¡El director de ese proyecto ni siquiera se molestó en sacar una sola reacción de la señora Micha mientras el invitado hablaba, como para inyectarle dinamismo al show! ¡Nada!

Y si a eso le sumamos una iluminació­n del carajo y un sonido infame, perdón, la única explicació­n que puede haber es odio porque, no nos hagamos tontos, en El Financiero-Bloomberg saben producir.

Aunque Napoleón Gómez Urrutia hubiera hecho la declaració­n del año, bajo ese esquema de producción no hubiera pasado nada.

¿Por qué? Porque forma es fondo, porque el medio es el mensaje, porque si aquello no está producido no existe. Punto.

¿Por qué los ejecutivos de El Financiero-Bloomberg permitiero­n eso? ¿No lo vieron? ¿No lo discutiero­n? ¿Nadie tuvo la decencia de criticarlo antes por el bien del canal?

Estoy muy enojado. Cualquiera otra señal, con un figurón como la Micha, hubiera sacado el programa de 2017. ¿O usted qué opina?

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Pocas periodista­s han gozado y sufrido tanto como ella.
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