Juntos por un “libro de los sueños” para México
Se requiere que más gobiernos apoyen a víctimas de trata como lo hizo el de la Ciudad de México, que entregó casas a un grupo de supervivientes, quienes así vieron cumplido uno de los objetivos de su nuevo proyecto de vida
Una víctima de trata llega al refugio totalmente destruida. La mayoría presenta pensamientos suicidas. Quieren quitarse la vida por el dolor que se les ha infligido. Otras son agresivas y quieren vengarse de una sociedad indiferente.
Cuando una víctima de trata no es atendida el tiempo necesario y de la forma adecuada, no es solo ella la que queda frágil, sino todos: la sociedad entera sigue fomentando la violencia que, cada vez más fuerte y extendida, lastimará a más personas.
En los refugios, la labor de ayudar a las víctimas a recobrar la confianza en los demás y la capacidad de soñar es titánica. Es una labor extensa porque los crímenes sufridos durante años no pueden curarse en tres o seis meses.
¿Cómo ayudar a estas niñas y mujeres a superar la cotidianidad denigrante a la que fueron sometidas y que las sumergió en vidas sin verdadera vida? La psicóloga Patricia Prado, directora de Fundación Camino a Casa, les ha enseñado a crear un “libro de los sueños”, una serie de hojas en blanco donde ellas pueden escribir, dibujar y plasmar un nuevo proyecto de vida.
En un primer momento esos sueños son eso nada más, sueños; pero ahora, que han pasado más de diez años desde el ingreso de la primera usuaria de la fundación, podemos decir que sí se vuelven realidad. Muchas de las supervivientes han cumplido sus sueños de estudiar una carrera, de emprender un negocio, de viajar a conocer nuevos lugares, de formar una familia, entre otros.
Esto se ha logrado gracias al apoyo de organizaciones como Fundación Camino a Casa, Comisión Unidos vs Trata y Reintegra US, que, sin recibir financiamiento del gobierno, han puesto los recursos y el corazón para que las víctimas vuelvan a sonreír.
Hoy estamos agradecidos porque por primera vez el gobierno, a través de un programa especial del Instituto de Vivienda de la Ciudad de México, apoyó directamente a un grupo de supervivientes para cumplir uno de esos grandes sueños.
Pero ¿qué significa una casa? Para estas mujeres que carecen de una familia o no pueden regresar a los viejos hogares donde sufrieron violencia, una casa significa mucho. Una casa es la cristalización de su independencia, de su libertad, un sitio seguro para ellas y para sus seres queridos.
Por eso, nos alegra que hace unas semanas un grupo de supervivientes fueron beneficiadas con un hogar gracias al compromiso del jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, quien, a través del Invi, les hizo entrega de un departamento. Las supervivientes fueron evaluadas por un consejo que determinó si su grado de estudios, desempeño profesional y nivel de ingresos las posibilitaba para firmar un contrato, que aunque favorable, requiere responsabilidad.
En esta ocasión, el trabajo conjunto de sociedad civil y gobierno demuestra que los mejores resultados se obtienen cuando todos los sectores participan por el bien común. Por una parte, la sociedad civil atendió durante años, a veces más de ocho, a estas mujeres para que rompieran con las raíces y las consecuencias de la trata a través de la educación y el emprendimiento. Por su parte, el gobierno reconoce ahora estas trayectorias exitosas otorgándoles la oportunidad de pagar su propia vivienda.
Además, nos parece de una gran sensibilidad que el mismo hombre que como procurador general de Justicia ordenó los operativos por los que fueron rescatadas la mayoría de estas supervivientes, les tienda la mano una vez más para completar su proceso de reintegración. Agradecemos también a Raymundo Collins, director del Invi, por su compromiso en marcar con un antes y un después en las vidas de las supervivientes.
Yareli puede dar cuenta de ello. Fue explotada sexualmente por ocho años en Sullivan. Tras ser rescatada y canalizada a un refugio, la sociedad civil la apoyó para que estudiara gastronomía, y son estos estudios los que le permiten hoy tener un trabajo digno para sostener económicamente a su hijo. Sin embargo, para Yareli aún es muy complicado confiar en la gente: “No se imaginan qué es vivir pensando que ese momento puede ser el último, que esa puede ser tu última respiración. Han muerto muchas chicas, ¿y qué pasa? Se van a la fosa común”. “No puedes hacer nada, no te dejan sentar, no puedes ni platicar, ni reír, ni siquiera ir al baño cuando quieres. Siempre había alguien que me vigilaba, si hacía algo, luego luego enviaban un mensaje por teléfono al padrote”, así describe Yareli la situación de nula libertad que sufrió y que contrasta por completo con su nueva vida. Por esta razón, para Yareli el departamento que las autoridades le han entregado es muestra de una sensibilidad que pocas veces ha atestiguado. Desborda alegría y gratitud mientras dice: “Cuando me entregaron mis llaves, lloré de alegría. Nunca me imaginé tener algo mío”. Queremos que esta experiencia se replique, que los derechos de vivienda, educación y trabajo de las víctimas sean respetados. Estamos convencidos de que la única forma de garantizar que así sea es mediante programas de atención a largo plazo operados por la sociedad civil, aunado a la cooperación y supervisión del gobierno. Nos preocupa la situación en los refugios dirigidos exclusivamente por el gobierno donde las víctimas son atendidas por tan solo de tres a seis meses. No podemos dejarlas a mitad del camino, sin el trauma superado y sin herramientas para salir de nuevo al mundo. Otra terrible injusticia se cometería si, por negarles una atención adecuada, vuelven a ser violentadas.
La creación de los 26 refugios faltantes (solo la Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Colima, Chiapas y Baja California tienen refugios especializados) es una tarea que no puede lograr una sola persona. Se necesitan refugios que atiendan a niños y hombres, a víctimas con enfermedades crónicas contraídas como consecuencia de la explotación (por ejemplo VIH-Sida), y también a aquellas que han desarrollado adicciones. Urge la solidaridad, la generosidad y la responsabilidad de la sociedad civil, en especial en estados donde las autoridades actúan poco o nada en el tema.
Estos refugios deberán tener un enfoque a largo plazo, pues la meta debe ser la reintegración total exitosa. La meta es que ellas sean libres para elegir cómo vivir, aun cuando eso implica equivocarse en alguna decisión.
Nuestros esfuerzos deben estar enfocados en que las víctimas reciban lo que la Constitución y la Ley General establecen que les corresponde. Por lo tanto, exigimos que se asigne presupuesto al Fondo de Protección y Asistencia a las Víctimas de los Delitos en Materia de Trata de Personas, que hasta la fecha ha permanecido vacío.
Queremos lo justo, ni más ni menos.
Si de verdad pretendemos erradicar la esclavitud moderna, la reintegración de las víctimas es medular porque en ellas comienza la sanación de toda la sociedad. Ayudándolas a romper los ciclos de revictimización, discriminación, pobreza y rezago educativo, estamos reduciendo la posibilidad de que otras personas cercanas a ellas sean atrapadas por las redes de trata. Pensemos en el caso de Yareli, su hijo, también, tiene ahora un hogar seguro.
Ayudemos a más personas a llegar a casa. Esperamos que más gobiernos muestren el compromiso que hemos encontrado en autoridades de la Ciudad de México. Sabemos que sí se puede cuando hay voluntad política y participación de la sociedad civil. Trabajemos juntos en un libro de los sueños para México y escribamos una nueva historia para nuestro país. #HojaEnBlanco.
Podemos denunciar al 018005533000 o en unidoshacemosladiferencia.com. m